miércoles, 30 de diciembre de 2009

2010, el año en que España se verá en el espejo

Hace aproximadamente un año dije que el 2009 sería el año de la crisis. Desde luego, no hacía falta ser un lumbrera para afirmarlo. La palabra "crisis" y su espítiru han estado omnipresentes cada uno de los 365 días de este año. Lo que el Gobierno negaba cínicamente durante buena parte del 2008 ya no pudo ocultarse en este año que agoniza. Camino de los cinco millones de parados, con las agencias de rating y consultoras rebajando la calidad de la deuda española y avisando sobre los peligros de nuestra economía, lo que les quedaba a los "negacionistas" de la crisis eran dos caminos paralelos:

1) Echarle la culpa a otros.

2) Aparentar que toman medidas para combatir la debacle.

Para lo primero han desempolvado a Bush y Aznar, que siempre les vienen muy bien, han reiterado hasta la extenuación sus mantras marxistoides y han querido difuminar responsabilidades alegando que estamos en un ciclo recesivo mundial y que Spain is not different de otras naciones también afectadas.

Para lo segundo se inventaron el ruinoso "Plan E", catapultaron el déficit público, relevaron a un ministro de Economía fundido (e infame), contentaron a grupos de presión poseedores de grandes resonancias mediáticas para comprar sus halagos, se hicieron mil y una fotos en estériles reuniones del G-20 (con atuendos cutre-góticos como ornamento ocasional incluido en el lote) y de los 27 de la Unión Europea y nos han subido los impuestos.

Pese a lo que dicen las encuestas, estoy bastante convencido de que el PSOE volvería a ganar las elecciones de convocarse en un plazo breve de tiempo (algo que hay que descartar). La carcoma ideológica del ciudadano español es tan profunda y está en un estadio tan avanzado que la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos prefiere el estado aparentemente paternalista que le promete arreglarle sus asuntos a costa de todos los demás ciudadanos (pero a todos les promete lo mismo). Puestos a votar esa opción y aunque es la norma de actuación de todos los partidos, es lógico votar a quienes manifiestan ese colectivismo sin complejos y quienes por herencia cultural saben disfrazarlo mejor como aumento de las libertades: los socialistas.



2010 "El año en que contactamos"... ¿con la realidad?



El estado de la crisis mundial es de leve y lento remonte de la crisis. Pero no en España. A lo largo de este 2010 se acentuará esa "desconexión" entre la evolución de la economía nacional y la mundial. España será consciente de que junto con la crisis internacional se ha padecido (y estamos padeciendo) una crisis económica nacional debida exclusivamente a nuestros propios errores, no a los de nadie fuera de esta piel de toro.
La casualidad y la mala intención han propiciado el espejismo consistente en pensar que la debacle era sólo la repercusión nacional de una situación global. Esta engañifa ha propiciado que no se tomen verdaderas medidas contra nuestros problemas endémicos (el bajo nivel de nuestra enseñanza, la escasa formación del trabajador, la rigidez del sistema laboral, la corrupta telaraña de las Cajas de Ahorros gobernadas por politicastros sin conocimientos económicos ni financieros pero plenos de intereses corruptos y partidistas, la hipertrofia de las Administraciones Públicas potenciada por el sistema autonómico...).

En el 2010, cuando veamos que otras naciones salen del pozo o al menos levantan cabeza y nosotros seguimos escarbando en el fango, los culpables de la situación seguirán echando balones fuera, improvisando aparentes soluciones y culpando a otros. La sociedad deberá decidir si se plantea un cambio. No uno de esos cambios de eslogan como el del PSOE en 1982 u Obama en el 2008, sino una verdadera modificación de las creencias y una asunción realista (y por tanto, complicada) de las recetas capaces para volver a la senda extraviada de un progreso verdadero.

Pero eso no lo podrán hacer los progresistas en el poder, porque el progresismo es al progreso lo que la pulmonía es al pulmón.

Lamentablemente, la batalla de las palabras está perdida en la mente de la inmensa mayoría de los españoles, lo que hace más ardua la batalla de las ideas. Es una batalla suficientemente importante como para no perderle la cara. Internet la hace posible con un grado de libertad que sin duda usamos por debajo de sus posibilidades, pero al menos tenemos más opciones que antes de que esto de los blogs fuera posible.


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A los poquitos pero tenaces que de vez en cuando leéis este blog, os quiero agradecer vuestra compañía y vuestros comentarios. Espero que en el nuevo año pueda seguir aprendiendo (entre otros, de vosotros) para que vuestras visitas a este pequeño rincón sean, si no didácticas porque poco puede aprenderse de mí, al menos entretenidas. Gracias y que tengáis un gran año 2010.


C. Díez.

martes, 22 de diciembre de 2009

Katyń, la película polaca sobre la masacre comunista

Septiembre de 1939: tan sólo unos pocos quieren ver lo evidente, Europa se ha arrojado a los peores años de su Historia. La invasión de Polonia es el primer gambito de la partida de ajedrez más sangrienta que la Humanidad haya padecido.

Una de las cosas buenas de esta ciudad llamada Madrid tan poco apreciada por muchos de sus moradores y que tanto nos gusta (pese a su alcalde) a muchos de sus hijos adoptados es la posibilidad de acceder a una oferta cinematográfica inédita en la mayoría de ciudades españolas. Cierto es que Internet acorta distancias y multiplica exponencialmente las posibilidades, pero la pantalla grande y la sala de proyecciones a oscuras mantienen un hechizo innegable cuya escolta conviene otorgar a ciertas películas.

He tenido la posibilidad de ir a ver "Katyń", película sobre la matanza comunista que tiene el valor añadido de ser de realización polaca. Supongo que huelga hablar de los 22.000 ciudadanos polacos, entre ellos, 15.000 oficiales del ejército polaco prisioneros de guerra, ejecutados por orden de Stalin en la primavera de 1940. (Orden de Stalin traducida al inglés, fuente: wikipedia).

El filme, en mi modesta opinión, presenta el acierto de huir del heroísmo que en naciones vencedoras del conflicto suele presentarse a la hora de realizar películas sobre la II GM. No es una película bélica en un sentido estricto, sino una película sobre la guerra. La diferencia es trascendental. No presenciaremos ni una sola batalla. La única escena de acción es una desangelada persecución de un disidente polaco que no acepta la verdad oficial que la URSS impuso tras el final de la guerra.

Los dos hilos narrativos de la película son el cautiverio de los oficiales y la desgarradora espera de sus familiares. Salvo en contadas escenas (planos, mejor dicho) se huye del sentimentalismo facilón en el que tan sencillo habría sido caer. La acción transcurre a lo largo de al menos siete años, desde septiembre de 1939 hasta la implantación de la dictadura comunista en la posguerra. Hay varios saltos temporales que permiten ver cómo la sociedad polaca fue evolucionando su en conocimiento y percepción de la masacre:


-En una primera etapa, los familiares esperanzados aguardan noticias sobre los oficiales.
-Pasan los meses primero y los años después y los invasores nazis, que ya han decidido guerrear contra la URSS filtran información sobre el crimen para soliviantar Polonia contra los soviéticos y presentarse como los defensores del pueblo polaco (mientras ampliaban Auschwitz con Birkenau y liquidaban al 90% de judíos polacos).
-Tras la derrota nazi y la nueva y completa ocupación soviética, son los comunistas quienes achacan a la GESTAPO el crimen, alegando que sólo el socialismo puede defender Polonia de ese tipo de comportamientos "fascistas".

Sin embargo, la verdad era un secreto a voces, sólo amordazado por el miedo a que ese tipo de crímen era uno entre muchos.

La película cuenta, a mi juicio, con interpretaciones desiguales, aunque la mayoría de ellas me parecieron competentes, especialmente la del General, su esposa y la madre de uno de los oficiales, cuyo marido ha sido recluido por los nazis en Sachsenhausen (campo de concentración a las afueras de Berlín que tuve la oportunidad de visitar hace unos años) por pertenecer al claustro universitario de Cracovia en su condición de catedrático. Ese personaje de la madre y esposa doliente simboliza a toda Polonia: su marido bajo férula nazi, su hijo bajo cuativerio comunista y ella sólo agarrada a su fe y esperanza.

No se esconde (por qué debería hacerse) la profunda religiosidad católica del pueblo polaco (sutil pero terrible es el singular ensañamiento de encapuchar a un sacerdote antes de su ejecución). La imagen de una talla de Cristo tapada bajo un abrigo de oficial como si fuera un cadáver para resguardarlo de la devastación soviética es reveladora.

Hay numerosos aciertos estéticos en la cinta: comienza con civiles huyendo de los invasores el 17 de septiembre de 1939 (día en que el Ejército Rojo entra en Polonia apenas dos semanas después de la invasión nazi, en virtud del infame pacto secreto Molotov-Ribbentrop). Los refugiados que avanzan desde un extremo del puente huyen de los nazis, los que avanzan desde otro, de los soviéticos. De nuevo una representación de Polonia.
También es acertada la escena en la que dos soldados soviéticos rompen la rojiblanca bandera polaca para dejar sólo la parte roja como bandera de la URSS y usar la parte blanca para limpiar y resguardar del frío los pies.
Para mí la escena mejor ejecutada (por los movimientos de la cámara) es la presentación al espectador del personaje del General polaco y su discurso ante los soldados y demás cautivos en la Nochebuena de 1939. Sobrecogedor. El General sigue siendo un referente moral de sus tropas en una situación de total postración ante el enemigo y absoluta incertidumbre sobre la propia vida. No hace falta entender ni una palabra de polaco para que a uno le dé un escalofrío ante la canción religiosa que entonan al final de la escena.






Lo fácil hubiera sido proseguir linealmente la narración, pero otro acierto del director o del guionista o de ambos es la elegante elipsis sobre el tiempo de la masacre, que refuerza la identificación del espectador con la incertidumbre de los familiares. Ya en el tiempo de la ocupación comunista de posguerra, se dan los para mí mejores diálogos de la película, entre un superviviente de la masacre y una de las mujeres que esperaban el retorno de su marido:

-Llevo cinco años teniendo esperanza, así que no me hables de ella ahora.

El personaje del superviviente enrolado en el nuevo ejército popular polaco (es decir, un instrumento comunista de sometimiento de la nación polaca) es sin duda el más conflictivo de la cinta.

Otro diálogo espléndido, a no olvidar, es el que mantienen dos hermanas con distinta adaptación a la dictadura comunista. Mientras que la mayor ha sentenciado con preclara visión "ni nosotros ni nuestros hijos veremos una Polonia libre" la menor lucha por ponerle una lápida a su hermano asesinado donde dice claramente que fue ejecutado en el bosque de Katyń.

-HERMANA MENOR: Afíliate al Partido (Comunista), te irá mejor.
-HERMANA MAYOR: Tenemos que esforzarnos por crear la mayor libertad posible en esta Polonia.
-HERMANA MENOR: Creo que yo no me he adaptado tan bien a la situación como tú, hermana. ¿Has olvidado que teníamos un hermano?
-HERMANA MAYOR: Claro que no, pero se trata de seguir viviendo. De elegir a los vivos y no a los muertos.
-HERMANA MENOR: No... Yo he elegido a las víctimas y no a los asesinos.

Sin palabras.


En el tramo final se vuelve al primer hilo narrativo mostrando el consabido desenlace. El genocidio comunista era más "artesanal" y menos industrializado que el nazi, pero con los mismos resultados: montañas de cadáveres y fosas comunes repletas. El fundido en negro que corona la secuencia no es simplemente un recurso técnico, sino una declaración estética.

En definitiva, que a los que especialmente les guste la temática (tan dura pero tan interesante) de la II GM creo que les merecerá la pena ver la película, cuyo TRÁILER os dejo aquí.


Listado de las víctimas.


Coda: Recientemente la RAE ha propuesto definir el comunismo como un tipo de totalitarismo, al igual que el fascismo. Los defensores de ese ideario ya han saltado diciendo las sandeces previsibles. Es vergonzoso que esto no se haya planteado al menos medio siglo antes. Es una de los hechos que muestran la terrible derrota propagandística (y, en parte, ideológica) de la Libertad ante el comunismo durante y después de la II GM.


"Totalitarismo es la nueva palabra que hemos adoptado para describir las inesperadas pero inseparables manifestaciones de lo que en teoría llamamos socialismo."

Friedrich August von Hayek.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Zapatero y la sombra del viento

Que ningún admirador de la novela de Ruiz Zafón se me asuste, que no perpetraré ningún cross-over bastardo sobre nuestro presidente inane y esa ficción literaria. Ya he mencionado en otras ocasiones la irresistible tendencia de Rodríguez Zapatero a la vacuidad ornamentada con lo que él cree que es una oratoria eficaz y que sólo cosecha risitas entre quienes le sostienen y se aprovechan de él y carcajadas y mofas entre quienes le valoran por lo que le demuestra.

Pero es que este hombre está dispuesto a superarse a sí mismo. Es tan relamido que cuanto más proyección mediática tenga una de sus intervenciones más se deja ganar por esa necesidad de hacer un discurso de "gran líder" intentando aunar (siempre sin éxito) grandes ideas con grandes palabras, musculatura intelectual con dialéctica emotiva. Y claro, de donde no hay no se puede sacar:



"La tierra no le pertenece a nadie [pausa dramática de actor menos que mediocre]... salvo al viento"

Me deja sin palabras, lo reconozco. De hecho es que creo que su intención es ponérselo fácil a sus críticos. A ver cómo sus cien mil hijos de San Luis con Mediapro a la cabeza y algún intelectual orgánico justifican esta chorrada. Ya estarán desempolvando florilegios de poetas progres para justificar el remache de un discurso tan vacío como acostumbra. Nos dirán que no hemos entendido el lirismo del Presidente, que quiso citar a algún autor culto que nosotros -ignorantes-desconocemos y que no podemos criticarle su arranque poético sin caer en el fango de la incultura.

Si la tierra firme pertenece al viento, ¿significa que las empresas de energía eólica dominan el mundo? ¿Pero no habíamos quedado en que lo dominaban las malvadas petroleras y por eso se negaba el calentamiento global provocado por el hombre?

Si por "tierra" se refería al planeta Tierra, ¿cómo van a dominar el planeta los vientos que forman parte de él? ¿Nos dirán que se refería al viento solar y que en realidad hacía una elegante referencia a la insignificancia del hombre ante la Madre Gaia o la Diosa Naturaleza? Algo muy pagano que a un anticlerical como Zapatero puede que le guste aunque no lo entienda, pero crea que provoca a la Iglesia y eso para él es suficiente.

Sospecho que lo justificarán diciendo que era una metáfora que traslucía la necesidad de no adjudicar derechos de propiedad sobre los recursos naturales (algo muy socialista en teoría), vamos, que nuestro Presi ha querido ir de jefe indio con traje y corbata. Un dislate.

Sencillamente, Zapatero se ha vuelto a exhibir. Y desnudo de virtudes, muestra algo tan vacío, tan insustancial como la sombra de algo invisible, como la sombra del viento.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El Gran (empresario) Wyoming

¿Qué diríamos de un empresario cuya sociedad -que gira exclusivamente en torno a su actividad- factura en un año la friolera de un millonazo de euros? Sin duda y salvo que nos dejemos llevar por la envidia oficialista que caracteriza al socialismo, diremos de ese fenómeno que es un GRAN EMPRESARIO.

¿Qué diríamos si ese mismo gran empresario fuera cabeza de ariete en un aquelarre sindical poniendo a parir a todos los empresarios? (Así, sin ni siquiera hacer distinciones, como si todos fueran perversos sólo por ser empresarios). Pues diríamos que el tipo en cuestión tiene algún transtorno del comportamiento o que es un hipócrita de marca mayor.

Existe una tercera opción. Que el figura sea socialista. No, no me refiero a tener carnet del PSOE. Lamentablemente para las sociedades que lo padecen, el socialismo es la actitud dominante de todos los partidos, lleven el término "socialista" en su denominación o no. Si el transtornado o hipócrita es socialista, no sólo puede, sino que debe permitirse esa doble vida de revolucionario de fin de semana y altísimo ejecutivo preocupado por dónde invertir sus ganancias.

Créanme que estoy muy lejos de criticar al cómico que pese a su antiamericanismo militante y pueril se hace llamar "El Gran Wyoming". Por supuesto que él tiene todo el derecho no sólo a obtener el fruto de su trabajo sino a invertirlo para aumentar sus ganancias. El mismo derecho que su ideario niega al resto. Por eso me encanta que sea presa de contradicción tan insalvable. Quizá es que él es un empresario "bueno", lo que supondría que puede haber empresarios que no sean indeseables por el mero hecho de ser empresarios (con lo que sigue incurriendo en una contradicción). A pesar de mi paupérrimo sueldo, las ganancias de este humorista no me causan envidia (no soy socialista), así pues, que lo disfrute con mejor salud que Hermann Tertsch y ojalá alguna revelación le haga desear lo mismo a todos los que se ven ahogados por los impuestos.

Otra cosa es el escaso bien que denominamos coherencia, que es lo que me hace apreciar intelectualmente a una persona independientemente de su ideología (salvo casos extremos, ya sabemos que hay fanáticos muy coherentes).


Resulta que este cómico soltó el otro día que "los empresarios (no sabemos si unos como él u otros distintos) son los pirómanos que ahora quieren apagar el fuego". Claro, como la crisis es culpa de los empresarios y los políticos intervencionistas no tienen nada que ver... Estos problemas no los hay en países como Marx manda, donde la figura del empresario (extrapolación moderna del burgués de toda la vida) no existe.
¿Acaso han oído o leído ustedes que Corea del Norte haya tenido un peor año que las décadas anteriores? No. Ergo, no ha habido crisis en Corea del Norte. Normal, no tienen empresarios, esa figura sólo existe en países atrasados y va eliminándose exitosamente en naciones camino del progreso, como Venezuela.

Pero que nadie se burle. La doble vida de atávico sindicalista y protervo empresario, esa dualidad que ríete tú del ying y del yang debe resultar muy dura, sólo llevadera por prohombres de magno intelecto superior y honradez a prueba de soborno.

¿Que a uno no le funciona el programa en la tele pública de manera que te lo retiran al poco de empezar y aún así te embolsas la pasta de toda la temporada? Nada, nada, es dinero público, peor sería dárselo a una PyME que explote a algún obrero apropiándose de su plusvalía.

¿Que el que te paga es un tal Roures amiguísimo del inquilino de la Moncloa y que tiene el dinero por castigo? Nada, nada, que los malos son los otros, ya lo dijo Sartre (o algo parecido, que eso de ir de culturetas y citar bien a autores de renombre es más propio de derechones).

¿Que vas de revolucionario por la vida pero a la hora de las elecciones pides el voto para el político al que Emilio Botín le deja su avión privado para ir a dar un mitin en Canarias?

Nada, nada, que nuestro protagonista es capaz de sobrevolar esas aparentes incoherencias y fundirlas en el magma esperpéntico del socialismo del siglo XXI, es decir, el mismo que el de los dos siglos anteriores, pero con micrófonos en vez de piolets y televisores en vez de pancartas.



¿O no será el camarada Wyoming una avanzadilla revolucionaria que sabiamente se ha infiltrado en las filas enemigas fingiendo ser un empresario para así reventar al enemigo desde dentro?

¡Ah, esa astucia de los héroes sólo descifrable por las generaciones venideras!

martes, 15 de diciembre de 2009

La España autonómica y la Hidra de Lerna.

Al principio parecía una buena idea. Debíamos coserle a España una camisa que no fuera de fuerza; sus costuras no debían impedirle crecer, ni siquiera "expresarse". Se suponía que veníamos de 40 años de esa situación y se dio por buena cualquier cosa que fuera exactamente lo contrario. Habilitamos una tela aparentemente elástica, muy capaz de darse de sí, pero curiosamente, luego no volvía a su sitio original. Consideramos que no era un problema.

Es cierto que había algunos aspectos del diseño que tenían poco que ver con los ropajes tradicionales. Santander dejaba de ser la "cabeza de Castilla", León parecía tener más ligazón sentimental con Asturias que con su paramero sur, Albacete se desligaba de Murcia y luego estaba esa extrañeza de la "Comunidad de Madrid". Pero era obvio que eran cuestiones menores porque la prenda parecía "muy a la moda". Cierto, algunos estaban singularmente interesados en adquirirla, unos como mal menor, ya que aspiraban a sus ropas propias, otros la veían más bien como la red de un trapecista. Pero pasado el tiempo, fue adquiriendo la fijeza de una prenda útil, práctica e incluso cómoda, al menos a ojos de la mayoría.

Incluso las extrañezas administrativas (que tenía pese a estar inspirada en el diseño de la división provincial de Javier de Burgos en 1833) adquirieron carta de naturaleza con el tiempo. Siendo irresistible el continuo proceso de socavación de la idea de España, muchos volvieron su patriotismo hacia lo que tenían más cerca. Los colectivistas necesitados de una patria a la que ensalzar, ante la continuada crítica izquierdista de la nación común como si cualquier reivindicación de la misma supusiera afección por la dictadura, volvieron sus querencias hacia sus "patrias chicas" y surgieron como setas sarampiones de localismos, regionalismos y nacionalismos de comarcas, valles, mesetas, páramos y muladares, playas y serranías, costas y secarrales. Todos sentían la necesidad de imitar a los nacionalismos genuinos, esas pesadillas decimonónicas que progresan sólo para mejorar su carácter deletéreo.

Los ropajes engordaban y les salían nuevas mangas, cuellos, infinitos botones, chorreras, levitas y hasta capas, antifaces... y algún pasamontañas que ya estaba de antes. Si no eres Estado, siempre puedes hacer como que lo eres e imitar el aparato estatal. Total, si paga el ciudadano y le tienes convencido de que "es por la dignidad de la nación", acaba sufragando cuantos delirios de grandeza tenga el politicastro de turno.

Con un sistema que premia al político hábil y trapacero, agitador de prejuicios y sentimentalismos ante el gestor efectivo, frío e incluso gris, ¿qué podíamos esperar? Con el elemento venenoso del partidismo tomando una fuerza cada vez más imparable, ¿cómo no se iba a desbocar el diseño original?

Sobre el papel, casi todo funciona. La práctica resulta rara vez exitosa. Nos dotamos de un sistema autonómico para "encajar" a los nacionalismos y mejorar la gestión de los asuntos públicos. Entre la mejora se buscaba una gestión más eficaz del dinero público (lo que normalmente supondría menor gasto al ser más precisas las Administraciones a la hora de gastar). Quien considera que los nacionalismos han sido encajados (es decir, saciados) más que un optimista, es un ingenuo o un mentiroso.

Treinta años después, nuestro sistema autonómico es la Hidra de Lerna y no aparece ningún Heracles que pueda podarlo. Y no sería deseable héroe alguno (devendría inevitablemente en un caudillaje con ínfulas de salvapatrias). Lo necesario sería una toma de conciencia ciudadana sobre la carísima superposición de distintos niveles administrativos del Estado, compitiendo por los recursos (es decir, por el dinero del ciudadano), disipando sus responsabilidades en el magma partidista del reproche mutuo y escondiendo sus fracasos en lo realizado (o no realizado) por otras administraciones gobernadas por los partidos políticos rivales.

Nuestro sistema autonómico es una de las más graves y difícilmente solucionables causas de la actual crisis múltiple que padecemos. Puede que el diseño original tuviera más aciertos que errores. Pero si así es, habrá que volver a ese diseño inicial y sólo podría hacerse con tijeretazos que ningún partido político está dispuesto a dar (Educación con cierto grado de homogeneidad a nivel estatal, persecución del galopante déficit de las Comunidades Autónomas, una financiación que no prime los intereses partidistas del que pueda imponerla al resto, liquidación de aparatos y cuerpos funcionariales, combate ideológico del nacionalismo de cualquier territorio...). Para ello necesitamos políticos distintos a los que tenemos. Para ello necesitamos personas que no sean ignorantes patológicos y que piensen más en el país que en su partido. Si conocéis a alguno, hacédmelo saber, os estaré muy agradecido.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Ha muerto Paul Samuelson

Uno de los economistas "mainstream" más influyentes del siglo pasado, ha fallecido a la longeva edad de 94 años. Descanse en paz.

Se trata de Paul Samuelson, apellido que a muchos les sonará del famoso manual de Economía escrito en colaboración con Nordhaus. Lo que pienso sobre ese manual (que yo también padecí en la Universidad) ya lo he comentado en esta entrada.

No soy quién para decir que Samuelson no ha hecho avanzar la Economía. El comité de los Premios Nobel consideró que sí lo hizo. También es cierto que el Nobel se lo han dado a lumbreras como Krugman o Stiglitz sin que se les haya movido un pelo del flequillo (a los que conceden el galardón, Krugman y Stiglitz engordaron mucho su ego, su fama y su cartera).
Bastante más seguro estoy de poder afirmar que Samuelson ha coadyuvado a que la Economía sea una ciencia encadenada a la política y que miles de economistas tengan como objetivo principal influir en los políticos o sencillamente, convertirse en políticos.





La Economía es y trata de temas tan importantes que ningún político con aspiraciones reconoce una total ignorancia sobre ella. Incluso nuestro Presidente, cuyas lagunas económicas (y no económicas... ejem) parecen sumisamente asumidas por sus defensores y votantes, ha liquidado al no lo bastante obediente Solbes para poner a una pretoriana que no rechiste y que repita el mantra del ideario presidencial salpicándolo de alguna palabreja o expresión más propias de la Ciencia Económica, a ver si así los convencidos llegan a creerse que el Gobierno sabe de lo que habla.

Pero claro, no todos los economistas desean ser el báculo del político iletrado. Justificar las barrabasadas del gobernante de turno es plato de buen gusto sólo para aquellos que, o tengan claro que son mercenarios, o comulguen con la ideología del gobernante (que sea de izquierdas o de derechas, es intervencionista). En este sentido, el keynesianismo a través de epígonos como Samuelson, ha adiestrado a hordas de economistas dóciles y con ínfulas de político interventor, suministrando a los intervencionistas de todo el planeta el material que necesitaban.

En los próximos días veremos cómo los keynesianos recuperan los postulados de Samuelson para reforzar la doctrina imperante: la de que el libremercado es el peligro y ellos -los que lo encarcelan- la solución.

Nihil novum sub sole.


domingo, 6 de diciembre de 2009

Zapatero esgrime un interés general de quita y pon.

Ahora resulta que el motivo por el que España muestra una servil impotencia ante los insultantes desplantes de la teocracia marroquí es el interés general.

De todos sabemos que una de las características inherentes a todo político -especialmente los socialistas- consiste en confundir e intercambiar sus intereses particulares y partidistas con los de la nación que gobierna o aspira a gobernar. No sorprende esta conducta en nuestra fauna política y menos en alguien como nuestro actual Presidente.

Pero este interés general de quita y pon, no por ser previsible debe de ser menos señalado, si no, correríamos el riesgo de que la infamia permanente supusiera la impunidad continuada.

Curioso que el interés general de España (llevarse bien con los países vecinos... ¿cómo con Argelia?) suponga, por lo que parece, la muerte de Aminatu Haidar. Estoy rotundamente en contra de las huelgas de hambre, pero quiero señalar que si para Zapatero, "el interés general" supone el deceso de una persona, ¿por qué se ha pagado a los piratas somalíes a sabiendas de que eso potenciará futuros secuestros con piratas más decididos y mejor armados?



Todo intelecto acaba encontrando su expresión estética más precisa.




Sí, es un caso extremo, como extremo es el de Haidar.

¿Acaso no es también de interés general el cumplimiento de los Derechos Humanos incluso aunque alguno de nuestros vecinos se moleste por ello?
¿Acaso no es de interés genera l-por poner un ejemplo- que se sepa toda la verdad sobre el chivatazo a e.t.a.?
¿Acaso no es de interés general que los derechos fundamentales de los internautas no sean sojuzgados al interés muy particular de algunos miembros (los más vagos y menos talentosos) de determinada industria devenida en grupo de presión?
¿Acaso no es de interés general que prevalezca la Constitución sobre un Estatuto de Autonomía porque de lo contrario la primera será derogada de facto?
¿Acaso la postura de Zapatero sobre Palestina e Israel no es contradictoria (según su propio credo ideológico) con la que mantiene sobre el Sáhara y Marruecos?

Ni siquiera es capaz de ser coherente con su propia amalgama de prejuicios.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Misma mentalidad, semillero de crisis.

Leo en el diario 20 Minutos la noticia sobre la intención del Gobierno de los EE. UU. de presionar a los bancos para que reduzcan sus cuotas hipotecarias a quienes no puedan afrontarlas.

A priori, en un mercado libre sería una medida más que criticable. Pero sus defensores dirán que no estamos en un mercado libre en lo que se refiere al sistema bancario, y tienen razón, especialmente desde los billonarios rescates bancarios perpetrados por esa dupla estatista que se ha relevado sin diferencia ni ruptura alguna en la Casa Blanca, me refiero a las administraciones Bush y Obama.

El hecho de la pseudo-estatalización (disculpas por la palabreja) del sistema bancario norteamericano supone menor munición argumental contra la intervención paternalista del Gobierno. Evidentemente, cuando ya está mal lo básico (la estatalización del sistema) poner el énfasis en lo secundario (las continuas admoniciones del Estado) no deja de ser fútil.

De hecho es esperable que se razone que debido a las toneladas de dinero público invertidas en el rescate bancario, el Estado se ha ganado el derecho de dirigir la política de los entes rescatados, y ya que ese dinero sale del ciudadano (el concepto de "dinero público" es una falacia, siempre se trata de dinero privado expropiado), es natural que el ciudadano vea beneficios en su relación con el sistema bancario, por ejemplo, la reducción de su cuota hipotecaria.

Como vemos, el estatismo es una espiral perversa y cada intervención pública justifica las posteriores.

Lo relevante de la noticia, además de lo demagógico de su exposición (algo previsible, al fin y al cabo estamos hablando de políticos) es la aplicación simplista de esa visión de los bancos como culpables de todo. Es la visión populista que supuso la aplicación de la nefasta CRA (Community Reinvestment Act) que obligaba a las entidades financieras a reinvertir sus beneficios en lo que dijera el poder político. Es la mentalidad que hizo que grandes lobbies (algunos como ACORN, esenciales para la elección de Obama) presionaran políticamente para modificar a la baja la política de concesión de préstamos hipotecarios de muchos bancos. Es la mentalidad que ensanchó la CRA de la administración Carter con la administración Clinton, y la de Bush II. Es la mentalidad que ayudó a que los bancos prestaran más interés a llevarse bien con el político que a diseñar productos financieros eficaces, la mentalidad que prima la corruptela sobre la competencia, la trampa agazapada en una hiperregulación indescifrable sobre la claridad normativa, el soborno a las agencias de rating sobre la transparencia en las cuentas empresariales. Es la mentalidad, en definitiva, que causó la avalancha de hipotecas subprime primero y ninja, después.

Es la mentalidad populista donde ni siquiera se plantea la posibilidad de que un sistema bancario competitivo con normas concisas, claras, estrictas e inviolables pueda ser mucho más eficaz que la tutela gubernamental perenne y la intervención estatal masiva. Esta mentalidad es una de las causas de la actual crisis económica.

Pero es una mentalidad que sigue dando votos. Sospecho que es una mentalidad que está aquí para quedarse mucho tiempo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

¿Islamofobia en Suiza?

Tengo que confesar que no acabo de entender el beneficio que supone para los suizos el resultado del referendum sobre la (no) construcción de minaretes. Vaya por delante mi envidia por el hábito helvetico de consultar a la población (aunque piense que hay muchas cosas más importantes que la consultada en esta ocasión) y el respeto que allí tienen a la expresión popular, incluso cuando es del disgusto del Gobierno, como es este caso (el resultado del referendum ha sido una sorpresa para casi todos los estamentos implicados).

Cabe resaltar que la modificación del artículo 72 de la Constitución Suiza a la que ahora se ve abocada el legislador de aquel país sólo va a restringir la erección de minaretes, no la construcción de mezquitas. Por tanto, ¿qué fondo tiene prohibirlos?

Uno puede pensar en cuestiones estéticas, considerar que el paisaje arquitectónico de la confederación helvética va a ser desgarrado por los afilados alminares. Pero realmente, estos no son nada antiestéticos y cualquier alto edificio moderno tiene un impacto paisajístico mucho mayor.

Podemos pensar también que se trata de un poderoso celo por reducir la contaminación acústica. Por ejemplo, en Alemania, la ley sobre ruidos impide que el almuédano ejerza sus funciones debido a lo molesto que puede resultar para la vecindad (singularmente la no maometana) el llamamiento a la oración nada menos que cinco veces al día. Se puede entender que si la función del minarete es facilitar ese llamamiento, impedido el mismo, el propio minarete carece de función.

Pero no van por ahí los tiros. Se trata de toda una reforma de la Constitución en el capítulo dedicado a la relación entre Estado y una confesión religiosa, con lo que si lo que se quiere evitar son los efectos arquitectónicos o acústicos de los alminares, realmente se estarían cazando mosquitos a cañonazos. Esto va mucho más allá. Se trata de dejarles claro a los musulmanes que una estructura arquitectónica determinada no es bienvenida sólo por ser musulmana. Es obvio que esa restricción no va a pesar sobre ninguna otra religión en Suiza.



El mensaje de "no sois bienvenidos" es de largo alcance. Como siempre, dicho mensaje sí será bienvenido por los musulmane integristas, quienes ya están usando el resultado del referendum para acusar a Occidente de hipócrita al no cumplir con los derechos y libertades de los que presume. La principal consecuencia será la mayor popularidad de las tesis islamistas más radicales, perjudicando a los no musulmanes que viven en países de mayoría musulmana. Esto no ayuda tampoco a sentirse más esperanzados sobre el trato que pueden recibir los tres cooperantes españoles secuestrados en Mauritania (país de donde deriva el nombre de "moros").

Además, los cuatro cantones en los que la prohibición de la edificación de minaretes no ha ganado, serán percibidos como más transigentes con el Islam, fomentando la inmigración interna de musulmanes de unos cantones a otros (algo usado por los promotores de la consulta popular para extender sus tesis por todo el país), loque sí fomentará el riesgo de creación de guetos en vez de disiparse los 400.000 musulmanes residentes en suiza por toda la confederación.
Los musulmanes que cumplen las leyes y no quieren "pasar a los infieles a cuchillo" se sentirán injustamente rechazados y se sentirán menos respaldados para combatir dialécticamente a los integristas.

No entiendo cómo desde posturas liberales se puede uno felicitar por una restricción a la libertad religiosa por parte del Estado. Eso no profundiza la laicidad de una sociedad (otro debate es si el laicismo es el sistema más apropiado en las relaciones entre Estado y confesiones religiosas; para mí, lo es, pero el laicismo que apoyo nada tiene que ver con el predicado en España).

Sinceramente, creo que considerar bueno para la libertad todo lo que arrincone a una religión es un error más propio de los socialistas anticlericales que padecemos en España. El cambiar el objeto del odio de una religión a otra no supone ningún avance.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Drama constitucional con Barça-Madrid al fondo.

En mi anterior entrada hablaba sobre la repetición de la historia, comparando la elección del Presidente "fijo" de la UE con el del emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico. Es sencillo rebuscar en el pasado para toparnos con paralelismos con los días que nos han tocado vivir. Un breve apunte al respecto lo veremos dentro de unas horas en uno de los acontecimientos deportivos del año, la periódica confrontación entre los dos máximos exponentes del fútbol de clubes de nuestro país.

Al igual que el nacionalcatolicismo franquista se quiso apropiar de los éxitos del Real Madrid (pese a lo mal que se llevaba Santiago Bernabeu con los jerifaltes del régimen), el nacionalismo catalán secuestra al F. C. Barcelona como instrumento propagandístico de primer orden. Lleva pasando lustros, pero ese triste proceso se ha acelerado en la era del "laportismo". Es curioso lo de Laporta: conjuga la etapa más exitosa a nivel deportivo de su club (superando al Barça de Kubala, el de las cinco copas, el de Cruyff como jugador, el "Dream Team" con el holandés en el banquillo) con la etapa de mayor postración del club a los delirios nacionalistas.




Laporta entiende que esa vinculación es natural y que lo criticable sería que el club blaugrana no fuera un instrumento del catalanismo. Demuestra así sus prioridades.

Esta semana pasada hemos visto al búnker mediático del nacionalismo catalán demostrar que la pluralidad ideológica no va con él. La maniobra de los doce periódicos vinculando la asunción de los postulados nacionalistas con el respeto a la "dignidad catalana" no es más que la típica treta de los fanáticos: "O asumes mis ideas o eres un totalitario; o me das lo que quiero o me obligas a romper la baraja". En este sentido, la diferencia entre los nacionalistas que llegan a la violencia asesina y los que no, es una cuestión de gradación, de intensidad. Sin duda es una diferencia importante sino definitiva y relativizarla sería injusto. Pero el planteamiento de "o te postras o entonces me siento atacado" es el mismo.

Es el mismo planteamiento que decía durante el franquismo que el buen español sólo podía ser franquista o falangista (o ambas cosas), en definitiva, afecto al régimen. Para el nacionalismo catalán, el buen catalán sólo puede ser nacionalista. Arzalluz fue bastante más explícito y dijo en varias ocasiones que "por supuesto que el buen vasco tenía que ser nacionalista".

Veremos con qué nos sorprende el nacional-catalanismo en la puesta en escena del gran partido. Sin duda, no dejarán pasar la oportunidad. Ya veremos cómo los realizadores de TV3 manejan las cámaras para lanzar el mensaje promovido por Montilla, ERC, CiU y con la anuencia entusiasta de Laporta.

La sensación de país de chirigota no nos la va a quitar nadie. En medio del drama de la derogación fáctica de la Constitución, los fanatismos ideológicos volverán sus miradas hacia dos docenas de jóvenes vestidos de futbolistas, muchos de ellos maestros del balón, de entre los mejores del mundo en su profesión, pero que a la inmensa mayoría de ellos ni les va ni les viene el tema del Estatut (aunque traguen lo que sea con tal de hacer ver que "sienten el club"). Sólo espero que la victoria de uno sobre otro equipo no sea causada por error arbitral. ¿Se imaginan lo que dirían los doce periódicos catalanistas si el Madrid vence o incluso empata gracias a un error del árbitro? Tendremos interpelaciones parlamentarias sobre el tema, apostaría sobre ello.

Esperemos que no llegue "la sangre" al césped.

Ah, y por cierto: que gane el mejor.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La Europa que no se toma en serio a sí misma.

Hubo un sueño llamado Europa.

La esencia del continente, excelsa cuna de tantísimo y violenta tumba de demasiados, cabalga a través de los milenios, no sólo inasible, sino inefable, poliédrica e indescifrable.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el sueño quiso echar raíces sobre un suelo plagado de cadáveres y escombros. Los europeos se dieron primero un abrazo hecho de carbón y acero, con la CECA. Después, el club se amplió y posaron juntos bajo una corona de laurel en el Tratado de Roma. Luego vino la Economía, el Mercado común que repartió prosperidad e hizo del comercio la norma y de la violencia la excepción. La CEE se abrió a la península ibérica y los españoles entramos por fin en la ansiada Europa, tan esquiva a nosotros (y nosotros a ella) durante tantos siglos.

Como una rodante bola de nieve, los años le regalaron un creciente volumen. Los países europeos guerreaban ya sólo en el verdoso pasto futbolístico, con la sangrante excepción de la pesadilla balcánica (aquí al lado), de la cual queríamos alejarnos con la excusa de que no formaban parte del club. Un club que escogió el tamaño antes que la eficacia. Un abrazo más estrecho, pero del que no todos participaron, se realizó al sacrificar monedas nacionales en pos de una comunitaria. Y la hipertrofia, lejos de detenerse, se aceleró. Ahora somos 27. Una descomunal potencia pseudo-confederal. Descomunal por lo gigantesco de sus aparatos estatales y supraestatales. En eso, somos la primera potencia. Nadie nos gana. En otras cosas... bueno... mejor no hablar.

Se nos decía que el abrazo sería más eficaz, que nos daría más calor, tras la aplicación del desdichado Tratado de Lisboa. Ha llovido tanto desde su aprobación que los líderes que lo diseñaron ya no están. Quienes tienen que aplicarlo, no lo sienten como su criatura y se rebelan contra él como el joven que no oculta suspicacias ante la herencia dejada por un padre con el que no se llevaba bien.

Las grandes naciones tienen claro que la Unión Europea es un instrumento, no un fin. Un instrumento peligroso, ya que puede volverse en su contra. Por eso hay que tenerlo controlado. Recientemente se han escogido a dos políticos sin renombre como "líderes" (es un modo de hablar) de la Unión. El premier belga (hacedor de haikus) Herman van Rompuy será el "Presidente" de la Unión europea y la laborista inglesa Catherine Ashton (hasta ahora Comisaria Europea de Comercio) será la "Alta representante de Política Exterior". Los nombres de los puestos son rimbombantes para la verdadera importancia que tendrán.

De este parto oscuramente conchabado en los pasillos de Bruselas podemos deducir no pocas cosas:

1) Por si alguien aún tenía dudas, la democracia en la UE es un estorbo. Hasta en tres ocasiones se ha votado NO en referendums sobre el Tratado de Lisboa en países miembros y aún así se pondrá en marcha dicho Tratado. Disminuido, sí, pero se saca adelante.

2) La Unión Europea ha quedado como una instancia donde diluir responsabilidades nacionales, una enorme ubre estatista a la que pedir dinero unas veces y echar las culpas otras.

3) Los conservadores-democristianos y los socialdemócratas europeos no confrontan ideas sino que se turnan en el ejercicio del poder con la excusa del consenso. De los dos cargos elegidos (que no electos), uno es para un bloque (van Rompuy, conservador) y otro para el "contrario" (Ashton, laborista / socialdemócrata). Queda claro que ambos bloques son como las dos hojas de una tijera, complementarias y confrontadas sólo en apariencia.

Pero la cuarta y la que me parece más importante es la curiosa repetición de la Historia. En un continente de tanto pasado como Europa, es sencillo encontrar precedentes de casi cualquier cosa. El acuerdo entre Merkerl y Sarkozy con la anuencia de Brown y la sumisa expectación de dos docenas de países me recuerda a la manera en la que se elegía al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En la mayoría de las ocasiones, los príncipes escogían siempre al candidato más cómodo, al mediocre que no daría problemas, al individuo sin más ambición que la ostentación pasiva del cargo, aquel que no amenazaba las decisiones territoriales. Se escoge a alguien con la intención de que no sea eficaz, por miedo a que lo sea. Porque Europa no se toma en serio a sí misma, o al menos al proyecto neblinoso que se supone que nos tiene que ilusionar, emocionar, aquel del que nos piden que estemos orgullosos y seamos entusiastas.

Si ni siquiera ellos se lo toman en serio, si orillan las voces de los pueblos que hablan en referendums cuando dan respuestas que no les gustan, si traicionan los supuestos principios que informan la Unión, si ellos son los primeros en reírse de Europa, ¿cómo quieren que nosotros nos la tomemos en serio?

Y eso que ellos -los políticos "eurócratas"- ganan (mucho) dinero con ello. A nosotros, encima, nos sale carísimo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El "caso Alakrana" y el de Miguel Ángel Blanco: los principios están para algo.

A finales de la década pasada, la banda asesina e.t.a. secuestró a un concejal del PP de Ermua y le dio al Gobierno y a la sociedad española un macabro ultimatum: "O hacéis lo que digo o asesino al secuestrado; los responsables de la muerte seréis vosotros, no yo".

Apenas recuerdo voces sugiriendo que España se arrodillara y quienes lo decían lo hacían con la boca chica, reconociendo implícitamente lo miserable de su postura e intentando camuflarla, alegando que el proceso negociador siempre sería posterior a la liberación del secuestrado.

Poco más de una década después, la sociedad española ha cambiado. Como dijo Neruda, "nosotros, los de antes, ya no somos los mismos". Si hoy en día España se viera en una situación similar, lo que obligaría al Gobierno a no ceder no serían sus convicciones ni las de la sociedad gobernada, sino el precedente de aquel Gobierno Aznar, el contraste innegable entre un Gobierno y otro. Aquellos tristes días de julio solemos recordarlos con lástima, pena y rabia. Pero existe un poso de innegable orgullo cívico. Por lo que fuimos, no por lo que somos.

¿Qué nos ha pasado desde entonces? ¿Qué fuerzas corruptoras han operado en la sociedad española para que en apenas una década mucha gente considere la cesión ante el terror como un signo de salud democrática?

La podredumbre moral ha avanzado en la gestión de los asuntos públicos a una velocidad muy superior a la observable en cualquier otro ámbito. Los primeros signos vinieron de donde siempre, de los nacionalistas mal llamados "moderados", quienes si pueden motejarse de tal modo es sólo porque otros correligionarios asesinan con sus propias manos. El surgimiento del espíritu de Ermua alarmó al PNV, quien veía en la sólida figura de Mayor Oreja y en los jóvenes del PP emuladores del también asesinado Gregorio Ordóñez (especialmente Carlos Iturgáiz y María San Gil) una alternativa real de gobierno en el País Vasco.


Siempre en nuestra memoria.



Se planificó el "Pacto deEstella-Lizarra", que sustituyó al de Ajuria-Enea. Se sustituía un pacto de todos los demócratas contra los asesinos por otro de todos los nacionalistas (asesinos incluidos) contra los no nacionalistas. Entre los primeros, se contaba con el muy apreciable apoyo de los tontos útiles de los comunistas. De aquellos polvos vinieron los lodos del Plan Ibarretxe, que han empantanado el progreso social, democrático y económico de Euskadi durante dos lustros. El que ahora el lehendakari sea un socialista con evidentes tintes nacionalistas es un fracaso menor para los peneuvistas. Lograron parte de lo que querían: María San Gil e Iturgáiz están desaparecidos de la escena y Mayor Oreja exiliado a Bruselas. El PP vasco de ahora dista mucho de aquel partido conjuntado en torno a principios.

Las cosas empeoraron con la elección de un medrador profesional como Secretario General del PSOE en el año dos mil. El virus de "todos los nacionalistas contra los no nacionalistas" arraigó fuertemente en Cataluña, con salvedad de algunos enfrentamientos con CiU, pero el despegue de ERC obligó a CiU a radicalizar su independentismo. El PSOE cambió de bando y se amplió el pacto de Lizarra con el Pacto del Tinell. Del de Ajuria-Enea al Tinell, la diferencia es la siguiente:

De estar todos los demócratas contra los asesinos, se pasó a estar todos (asesinos incluidos) contra el PP. La traición socialista se había consumado.

La labor de oposición de Zapatero fue envileciendo y enmarañando los principios democráticos. Ante el atentado islamista contra la Casa de España en Casablanca, la reacción de Zapatero fue decir que "Aznar había puesto en la primera línea de fuego a los españoles con su política internacional". Por primera vez en la retomada democracia española, un líder de la oposición responsabilizaba a la política gubernamental de un atentado brutal. La solución de Zapatero era, lisa y llanamente, hacer lo que los asesinos querían: cambiar la política del país.

Con este mensaje, se pintó una diana en la frente de todos los españoles. Las conversaciones en Perpignan entre el líder etarra y el vicepresidente de Cataluña (que en funciones era Presidente en aquel momento) fueron minimizadas por el PSOE por motivos electoralistas. Después, la catástrofe sin precedentes: el 11-M, la artera y repugnante manipulación política por todos los bandos, la victoria del bando mediáticamente superior, la responsabilización al Gobierno de España de 192 asesinatos, la retirada inminente (y dudosamente legal, pues fue ordenada por un Ministro de Defensa que no había tomado posesión oficial de su cargo) de las tropas que realizaban labores humanitarias (que no de guerra, como sí hacen ahora en Afganistán) en Irak sencillamente porque eso era lo que se supone que querían los terroristas, la negociación con e.t.a. la calificación de atentados como accidentes (según Zapatero), la calificación de defensores y voceadores de los asesinos como "hombres de paz", la postración indisimulada a una filosofía utilitarista resumida en "si hacemos lo que nos piden, no nos matan, luego nosotros ganamos, no ellos", la afirmación de que en la lucha del Estado de Derecho contra el terrorismo "no puede haber vencedores ni vencidos", el ninguneo, desprecio, aislamiento y finalmente desactivación de los colectivos de víctimas del terrorismo, la oxidación de los mecanismos de control democráticos a la acción del Gobierno, la asunción como normal del conjunto de anormalidades que suponen el sometimiento de la Ley a la oportunidad política determinada por un Presidente ignorante y un partido sin principios pero con intereses de poder infinito, la aceptación por la oposición de la finiquitación de la poca separación de poderes que nos quedaba...

Ha sido una década espantosa. Somos una sociedad sin principios, derrotada y que va diciendo a quienes nos odian que con sólo presionarnos un poco, cederemos. Si el Estado no sirve para algo tan básico como proteger a nuestros barcos pesqueros, ¿para que nos sirve? ¿Cómo podríamos enfrentar, por ejemplo, una segunda Marcha Verde esta vez hacia Ceuta y Melilla si Marruecos decide presionarnos para evitar tratar sus problemas internos? Con contumaz eficacia se ha ido acostumbrando a los españoles a que ceder ante el asesino es no sólo recomendable sino loable. Cualquier ciudadano español en cualquier lugar conflictivo del mundo lleva en la frente un boleto ganador. El mayor rescate pagado a cualesquiera piratas somalíes es el "nuestro". Se ha pagado sin pensar demasiado en la invitación que supone a la extensión del pirateo. Cualquier país con barcos en la zona, vuelve a mirar a España igual de mal que cuando salimos corriendo de Irak. Pero ellos pueden estar más tranquilos que nosotros. Todos los piratas somalíes saben qué nacionalidad tienen los barcos más fáciles y rentables de secuestrar.

Al final, resulta que no todo es utilitarismo. Y que hay derrotas que son victorias a largo plazo y aparentes soluciones que son condenas. Al final, va a resultar que tener principios sirve para algo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La extraña propensión al ridículo de Rodríguez Zapatero

Lo ha vuelto a hacer. Y de nuevo, en uno de los peores escenarios posibles. La sensación de vergüenza ajena que nos causa sólo hubiera sido mayor si lo hubiera hecho ante la Puerta de Brandenburgo en la reciente celebración de los 20 años de la Mauerfall, la caída del Muro de Berlín, trasunto del Telón de Acero.

Esta vez lo ha hecho en Polonia. En un país que ha sufrido las dos ideologías colectivistas más devastadoras del siglo pasado, el nazismo y el comunismo, Zapatero ha comparado la caída del Muro de Berlín, con la muerte de Franco. Prefiero no imaginar la cara que se les quedaría a los polacos cuando escucharon la traducción de las palabras del Presidente español (que sigue sin hablar inglés y no hace amago de aprenderlo).

No es la primera vez que Zapatero se descuelga con una comparación estúpida. Será difícil que logre igualar la infamia y bajeza que entrañaba aquella comparación en la que comparaba su posición como nieto de un militar caído en un conflicto bélico (por mucho que éste sea la Guerra Civil) con la posición de una madre que ve cómo le revientan las piernas a su hija en un atentado terrorista. Se lo dijo a la madre de Irene Villa en una visita de la AVT a Moncloa, en el 2006, en pleno acoso del Gobierno a las víctimas díscolas y en plena negociación con los asesinos. No sólo comparaba un atentado a una guerra, sino la posición de un civil a la de un militar y la de la España de 1936 a la de los años 90. Pero peor aún, hablaba de un abuelo que murió ¡24 años antes de que naciera Zapatero! Imposible que tuviera ningún nexo afectivo de carácter personal con alguien que dejó el mundo un cuarto de siglo antes de que él naciera... y comparaba ese nexo emocional con el que una madre tiene con su hija. Supongo que por muy ladino que pueda ser, hasta el propio Zapatero se habrá arrepentido de esa comparación.

Lamentablemente para los españoles, comparar cómo esperamos a la muerte del dictador con cómo los polacos, los bálticos, los rumanos, los húngaros, los alemanes del este, etc, se movilizaron y echaron abajo el muro, es llamar cobardes a todos esos pueblos que saben de verdad (no como aquí) lo que es un sistema de planificación estatal sin freno, el socialismo real, el Partido Único, el comunismo sin ambages. Que no, Zapatero, que no. Que precisamente en Polonia, fruto del faro espiritual de Karol Wojtyla y con el sindicato "Solidaridad" como ariete, los ciudadanos se la jugaron de verdad, no como los dóciles españoles esperando apaciblemente a que se nos muriera nuestro "padrecito" particular.




Tampoco es buena la comparación, Zapatero, porque el nivel de intromisión estatal en la vida del individuo era mucho mayor en el socialismo, sin que eso suponga ningún buen juicio sobre la dictadura franquista. Pero en España, y más a partir de 1960 (año de nacimiento de Zapatero), los españoles podían escoger, por ejemplo, el lugar de residencia, diversos medios de comunicación en prensa escrita (con una censura que ya no era la de décadas anteriores), actividad profesional y estudios (si lograban pasar los exámenes pertinentes), podían emigrar y viajar fuera del país con una libertad (o comodidad, por si la palabra "libertad" parece impropia) incomparable a la que en los países socialistas sólo gozaban los prebostes del Partido Único. También España recibía unos flujos de turistas cuyas incursiones en el país se hacían en un régimen de libertades infinitamente superior al de cualquier turista despistado que se aventurara a viajar por el bloque comunista. En definitiva, que nos avergüenza tu comparación, porque parece fruto del afán de protagonismo pueril que te caracteriza.

Es como si el Presidente español estuviera resentido por no estar invitado a las celebraciones de la caída del Muro (los alemanes son gente seria, procuran hacer las cosas bien). Como no ha podido estar con la Merkel, la Clinton, Gorbatschov, Medvedev, Sarkozy (¿qué carajo pintaba Sarkozy?) y el resto, pues él ha tenido que decir que bueno, que nosotros ya tuvimos "nuestra caída del muro". Pero hombre... ¿a qué vienen esas ganas de dejar a España en ridículo? Haz tú el ridículo si quieres (además, dudo que pudieras evitarlo) pero deja al país aparte.

Zapatero no es un gran orador (aunque él cree que sí) y su afán de protagonismo le lleva a querer dejar grandes frases, como si fuera un Churchill patrio, aunque él en todo caso se parecería más a Chamberlain (sobre todo por la política de apaciguamiento, ya me entienden ustedes). Su querencia por regalar grandes titulares, lo que él cree que son memorables perlas dialécticas repletas de valores y simbolismo, le llevan a estos lamentables excesos verbales más achachables a una pretensión infantil por querer destacar que a una torpeza congénita inevitable.

Sin duda es algo que les pasa a muchos políticos, y prácticamente a todos los que llegan a dirigir naciones. Pero incluso los menos ocurrentes saben rodearse de profesionales que les escriben los discursos y les regalan inspiración y una dialéctica aseada a los políticos profesionales (es decir, amateurs en cualquier cosa de provecho). Para Zapatero, la tentación de soltar alguna frase grandilocuente en plena celebración del vigésimo aniversario de la caída del Muro, era sencillamente demasiado fuerte. No pudo evitarlo. En ese día, en cualquier sitio donde le hubieran puesto algún micrófono delante, hubiera dicho algo similar. Fue en Polonia. Ya es mala suerte. Quien escuche la rueda de prensa puede comprobar que la comparación de Zapatero no viene a cuento, es completamente extemporánea, innecesaria, una digresión en los temas que se trataban.

En definitiva, una persona embebida de sí misma y carente de la importancia y repercusión que cree tener. Aún no se ha dado cuenta de que fuera de España se le considera irrelevante. Y lo que es peor, no se ha dado cuenta de que esa irrelevancia es la mejor consideración que de él pueden tener.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La corrupción no es un problema, sino un sistema.

En los últimos tiempos y gracias a la desinteresada labor de la policía, el juez Garzón, la prensa afecta al régimen, la Fiscalía General del Estado, la Guardia Civil, la Fiscalía Anticorrupción, ese prócer de la Verdad que es Rubalcaba y otros estandartes de la salud civil de la patria, se han destapado numerosos casos de corrupción del Partido Popular, a la sazón, principal partido (en número e implantación social, que no en actividad e ideas) de la oposición y única (así de deprimente es la realidad) alternativa de Gobierno.

Cabe decir que dichos casos de corrucpción tienen visos de resultar mucho más ciertos que otros, también del Partido Popular, que generaron detenciones de docenas de militantes y cargos públicos del mismo partido (detenciones casualmente televisadas muchas veces por las cadenas televisivas Cuatro y La Sexta, quienes tenían la enorme suerte de tener cámaras apostadas allí donde la policía iba a detener y exhibir esposados a los miembros del PP) y que a las pocas semanas se veían libres de toda culpa al sobreseerse el caso por falta de pruebas sólidas. También era casualidad, claro, que esas espectaculares detenciones acontecieran siempre en periodos preelectorales (o incluso en campañas electorales) o a la mañana siguiente de que una sentencia hubiera exculpado a algún miembro del PP de una acusación previa.

Esta oleada de podredumbre ha hecho que muchos -especialmente socialistas, ver para creer- se indignen por casos de financiación ilegal de un partido político, de amiguismos, de favoritismos, nepotismos... Es enternecedor poder dar la bienvenida -¡por fin!- a los socialistas a la trinchera de la indignación y el asco ante la corrupción de un partido político. Hombre, es cierto que les podía haber dado ese ataque de escrúpulos hace varios lustros, décadas incluso, y que de querer ser respetados en sus quejas, tendrían que atreverse a ser coherentes y reconocer que la corrupción del PP aún no le llega a las rodillas a la del felipismo o mismamente a los casos de condonación de 1200 millones de pesetas de la deuda del PSC por la Caixa, el tema del asalto a Endesa, Intermoney, la hija de Chaves, las cacerías naftalinosas de Garzón con el Ministro de lo
suyo, etc...




El caso es que en este mismo periodo, y gracias a la -insisto- desinteresada labor de de la policía, el juez Garzón, la prensa afecta al régimen, la Fiscalía General del Estado, la Guardia Civil, la Fiscalía Anticorrupción, ese prócer de la Verdad que es Rubalcaba y otros estandartes de la salud civil de la patria, se han tapado numerosos casos de corrupción del PSOE.

Como los que detentan el poder suelen ser tan mediocres como matones, suelen ejercerlo con chulería, se envalentonan y se les ve venir de lejos. Y claro, lo que han logrado es que el electorado del PP se dé cuenta de la jugarreta y han acabado inmnunizándolo contra los chorizos de su propio partido. Estamos en la peor situación posible: el electorado del PP ya es casi idéntico al del PSOE en cuanto a tragaderas respecto a la corrupción se refiere. Los políticos españoles tienen casi carta blanca con la corrupción. Esto es lo que hace que uno tenga que frotarse los ojos ante declaraciones como las de Chaves acusando al PP de tener la corrupción en su médula, que es algo así como si Madoff llama estafador a alguien que le acaba de endilgar el timo de la estampita (reconozco que mi comparación inicial era "es algo así como si Hitler acusa al Ku Klux Klan de racista", pero no quise caer en la extensa vulgaridad internetera de sacar a los nazis a relucir a la mínima ocasión... ¡ups, acabo de hacerlo!).

Como la corrucpión inherente al PSOE es imposible de tapar por completo incluso teniendo tantos medios de comunicación a su servicio, han decidido usar la Fiscalía como un gran ventilador y sale mierda por doquier... Eso ha hecho que la prensa, los humoristas, la ciudadanía, se quejen de la corrupción.

Craso error. El problema NO es que algunos o muchos políticos se corrompan. El problema real es que el sistema no puede mantenerse sin un enorme grado de corrupción intrínseca. Hemos ido elaborando un modo de proceder en el ámbito público que deja unos vacíos enormes a la discrecionalidad de las personas que toman decisiones. Las leyes siempre se han ido cambiando aumentando el poder de las administraciones y reduciendo el de los ciudadanos, lo que supone más poder para el político. El hecho de que la mediocridad del político sea fomentada y buscada por los partidos políticos hace el resto.

Es más, la única manera de que los delitos no sean generalizados ha sido recoger en la Ley actividades inmorales como legalmente aceptadas, así, la especulación sistemática de los ayuntamientos con el suelo, la financiación de los partidos, las ONG, el nombramiento discrecional de personal administrativo, las cuotas reservadas a grupos de presión, vulnerando el principio del mérito y de capacidad y desincentivando el esfuerzo pero incentivando "las relaciones" (es decir, el enchufe de toda la vida). No olvidemos que ese patrón de comportamiento en lo público acaba filtrándose por doquier en lo privado, y más en un país tan renuente a la iniciativa privada y tan ansioso de que nos lo arreglen todo.

Quejarse del político que se corrompe y no del sistema es algo así como quejarse del síntoma y no de la enfermedad que lo genera. Es como echarle la culpa a la fiebre y no a la infección, al dolor y no al hueso fracturado o a quien nos ha infectado con una vacuna errónea o nos ha roto el hueso con una maza. Las críticas que se están levantando contra la corrupción me parecen superficiales y carentes de sentido crítico realista. Suenan más a pataleta, a berrinche que durará hasta que haya otro tema más relevante (algún escándalo sexual de algún famoso, una eliminatoria atractiva en la Champions League) y que queda muy bien como pose, para presumir de censurar a los ladrones y de no estar de acuerdo con ellos (algo que en teoría debería darse por sentado en cualquier persona normal y honesta).

viernes, 11 de septiembre de 2009

La degradación de la Ciencia Económica.

Me he topado con el libro "La Economía no existe" de Antonio Baños Boncompain. Me ha parecido ameno y revelador sobre cómo los paradigmas erróneos de la Economía mainstream (es decir, la neoclásica y keynesiana) han logrado dejar a la ciencia económica hecha unos zorros a los ojos de la gente.

Como dice Huerta de Soto rescatando la frase inicial de "La acción humana", la Economía es la más joven de todas las ciencias, porque tenía el encargo más difícil de todas. Esta recién llegada en el panorama de las ciencias ha sufrido mucho por parte de la mayoría de sus estudiosos que no han sabido percibir las particularidades inherentes a una disciplina tan peculiar. Entre las tendencias más dañinas ha estado la de asimilar la Economía con las Ciencias Físicas. Esto suponía reducir el estudio de las relaciones catalácticas y derivadas a esquemas, gráficas, fórmulas y leyes estáticas que nunca representaban el dinamismo inherente al orden social. Significaba también que el éxito de la Economía radicaba en su capacidad para establecer leyes infrangibles que permitieran realizar predicciones y reducir la infinita casuística de las relaciones sociales a ejemplos paradigmáticos aislables y reproducibles como los experimentos que en un laboratorio pueden llevar a cabo los estudiosos de las Ciencias Físicas.

Evidentemente, de esa visión sólo puede surgir el fracaso. El libro demuestra el hartazgo que la gente no versada en Economía suele tener de las explicaciones siempre a posteriori que realizan los supuestos expertos.
¿Por qué no avisó usted de que se estaba fraguando esto antes de que ocurriera?
¿Cómo quiere que nos fiemos de usted cuando nos explica lo ocurrido ayer cuando antes de ayer decía otra cosa sobre lo que iba a suceder?
Al calor de la crisis, estas preguntas sostienen la afirmación central del libro: que la economía es básicamente, una monserga.




Esta tesis surge de la previa: la de considerar la Economía como una disciplina similar a una ciencia física. Al demostrarse que la Economía falla (o mejor dicho, los economistas mainstream fallan) a la hora de predecir los acontecimientos económicos, cabe afirmar que la Economía "no es una ciencia" (al menos bajo esa concepción) y que por tanto, no existe.

Si redujéramos la Biología a supersticiones como la tesis de la generación espontánea, el creacionismo, la herencia por las generaciones posteriores de los caracteres adquiridos por las generaciones anteriores y mentiras similares, la Biología quedaría sustancialmente dañada y denigrada como Ciencia en cuanto se contrastaran esas tesis erróneas con la realidad. De igual modo, la asunción acrítica y sumisa de los instrumentos neoclásicos y de las tesis keynesianas denigran la Ciencia Económica sin remisión. Del contraste entre "la monserga" dominante y la realidad observable, surge la falta de credibilidad en torno a una disciplina tan vital como la Economía.

Obviamente, aquí es donde tenemos que poner pie en pared e indicar que no todas las corrientes de pensamiento económico dicen lo mismo. Decir bien claro que la Escuela Austríaca de pensamiento económico conoce e investiga las peculiaridades de la ciencia económica como ciencia social inserta en una rama aún más amplia que investiga la acción humana (la praxeología) y que los argumentos de esta escuela ya mostraron la génesis de distintas crisis antes de que se produjeran (Mises, con el crash de 1929) y explican de manera consistente y aún no rebatida distintas crisis acaecidas en el seno del capitalismo (al respecto, muy recomendables los vídeos de "Las siete crisis capitales" en la web AUSTROLIBERALES), incluida la crisis actual.

Al igual que las Ciencias Físicas han ido avanzando desechando hipótesis erróneas, es de esperar que la Economía haga lo propio y mediante el procedimiento de prueba y error y la falsación (en la medida en la que las tesis económicas pueden ser falsadas mediante la observación de la realidad y no orquestando ominosos experimentos sociales que suelen causar graves e inabarcables sufrimientos) pueda avanzar hacia una serie de verdades autoevidentes y cuyo mero intento de negación supone la confirmación (como el argumento misiano de la acción humana).
Si bien existe un poderoso impedimento que en muchas otras ciencias no se ha dado o no ha sido tan sólido: al poder le interesa la perpetuación de paradigmas económicos erróneos sencillamente porque justifican un mayor grado de intervención social y de acumulación de más poder. Es éste y no otro el verdadero enemigo del liberalismo en general y del austroliberalismo en particular. Una lucha compleja y que siendo sinceros, es obvio que los liberales llevamos perdiendo durante mucho tiempo. Una lucha de erosión del poder estatal donde minarquistas y ancaps, a pesar de lo que nos separa, podríamos hacer una cuña común hasta un punto determinado del camino en el que fuera imprescindible una separación.

La culpa de que la gente vea en la Economía un cuento o una mentira, no es de la Economía, sino de las tesis erróneas que dominan la misma. La mentira siempre esclaviza. La verdad, libera.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La corrupción antiliberal del concepto de clase media.

Hogaño, la clase media es el grupo social más numeroso en las sociedades occidentales. Pero repasando la Historia comprobamos que el surgimiento de las clases medias es muy reciente. No es hasta la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII cuando puede entreverse la aparición de esta como un reducto en principio minoritario de una sociedad estratificada y estática, donde las posibilidades de modificar el estatus con el que se nacía (sobre todo “al alza”), eran mínimas. Generalmente, sólo eventos como la adopción, el matrimonio o cuestiones más improbables como una herencia generosa por parte de un no familiar (algo especialmente complicado en el Derecho Continental, donde la discrecionalidad del causante al redactar el testamento está muy limitada) podrían hacer que una persona “escalara” en el estrato social.

Siguiendo las tesis de Max Weber, desde un punto de vista económico, podemos considerar clases medias a aquellas que no poseen suficiente capital como para vivir del interés creado por este (lo que normalmente llamamos, “vivir de las rentas”). Así pues, estos individuos deben gestionar directamente ese capital para procurar su incremento o al menos su pervivencia. La gestión de ese capital suele suponer actividad empresarial. La adquisición mediante el trabajo de un capital que asegure un nivel determinado de vida, supone la actividad de trabajador por cuenta ajena, asalariado. Hoy día y gracias al capitalismo y al desarrollo tecnológico y científico, un humilde asalariado puede tener un nivel de vida claramente superior al de un aristócrata de hace unas décadas.

El surgimiento de las clases medias es paralelo al del capitalismo y al desarrollo del libre-mercado. Estos caminos fuertemente unidos conllevan la visión de que una erosión del mercado libre supone una erosión del desarrollo del nivel de vida de las clases medias. A priori, la afirmación puede parecer excesivamente intuitiva, pero hay muchos indicios que refuerzan el aserto.

La división del trabajo con su consiguiente especialización e incremento de los mercados, la abolición de fronteras comerciales, la multiplicación de la competencia, la ampliación del número de asalariados y el mecanismo capitalista de los precios de mercado, produjeron que muchos individuos que apenas subsistían con salarios menesterosos lograran para sí y los suyos un nivel de vida que a priori no hubieran ni imaginado. La multiplicación de los bienes en circulación, el crecimiento exponencial de los intercambios comerciales y el surgimiento de especialidades laborales cada vez más específicas, fomentaron que numerosas personas dieran el salto de asalariados a comerciantes y de comerciantes a empresarios. La extensión del mercado ofrece más posibilidades y alternativas para que las personas emprendedoras o con cualidades específicas, puedan ofrecer servicios o bienes cada vez más especializados, obteniendo grandes primas de beneficios cuando son pioneros en ofrecer productos nuevos al mercado.

La extensión y el reconocimiento del derecho de propiedad es uno de los grandes motores que permite el surgimiento y consolidación de una clase media que puede erigirse en el verdadero y principal impulso económico de la sociedad, y así reclamar una parcela de influencia que erosione la concentración del poder en pocas manos (nobleza, clero, aristocracia, terratenientes). Por tanto, cualquier ataque contra el derecho de propiedad debe ser temido por las clases medias. El derecho de propiedad es un fabuloso seguro a favor de los que menos tienen (que precisamente por eso no pueden permitirse que se les expropie lo poco que tienen), no tanto a favor de los que más. Desgraciadamente, el socialismo ha logrado convencer a muchos exactamente de lo contrario.

Inherente al desarrollo de la clase media es el carácter emprendedor, la visión positiva del éxito empresarial (no la condena por egoísmo que cierto pobrismo católico -heredado por el socialismo- ha hecho y que ha degenerado en convertir al ciudadano que logra éxito con su esfuerzo en un sospechoso de avaricia e insolidaridad), y el legítimo ánimo de lucro como motor de una sociedad cohesionada en torno a valores sedimentados por la evolución social y no en torno a leyes mudables que plasman las ocurrencias de políticos caprichosos.

Desgraciadamente, hoy en día gran parte de la clase media ha abandonado la visión de sí misma como un ente de luchadores y la ha sustituido por una visión de un ente subsidiado que no busca soluciones a sus problemas, sino que implora soluciones al Estado. Soluciones siempre cortoplacistas que aunque puedan beneficiar a un grupo específico, lo hacen a costa de perjudicar al resto. Los subsidios del PER, son el ejemplo paradigmático. También las numerosas prejubilaciones masivas que se conceden con manga ancha. Las leyes de discriminación positiva o la vulneración del principio de igualdad en leyes penales con la excusa de luchar contra la violencia mal llamada “de género” suponen parches. Parches que se cree que benefician a grupos concretos (aunque luego se vea que no siempre) pero que erosionan la visión de la sociedad como un organismo interconectado por mecanismos sutiles y complejos que el planificador central no alcanza a intuir y menos a comprender. El planificador irrumpe en esos mecanismos sutiles desgarrando los contrapesos y posibilidades autocorrectoras de la sociedad.

Cuando leemos programas electorales o propuestas de gobierno de unos y otros partidos o vemos debates políticos, comprobamos hasta qué punto nuestra sociedad ha perdido capacidad de emprender. La mayoría de la gente mira al político pidiéndole que le arreglen sus problemas. No le piden que deje de estorbarles para que podamos arreglárnoslos nosotros. Como niños pequeños ante un padre omnipotente, como si el Estado hubiera sucedido al concepto de Dios, se le pide (apenas disfrazada la súplica de exigencia democrática) al Gobierno que nos haga nuestro trabajo. Los políticos, esos tahúres feriantes que maximizan su beneficio cuando logran confundirlo con el del país que corrompen, toman nota y de ahí que las propuestas estrella de las elecciones o debates sean siempre los subsidios, las ayudas, las leyes asistenciales, las subidas de las pensiones, el engrose del gasto público en tal o cual área o la ayuda descarada a tal o cual grupo de presión (al final la lista de grupos es tan amplia que logran engañar a la gente pensando que les van a beneficiar especialmente a cada uno de ellos ocultando que en realidad perjudican a todos). El funesto “Plan E”, los 400 euros, los subsidios al alquiler, la prestación adicional a parados de larga duración, las subvenciones a promotores y constructores, los rescates infames a los bancos, el PER, las subvenciones al cine español… Todo fomenta que el ciudadano no quiera solucionar sus asuntos, sino pertenecer a un grupo beneficiado por el poder y abandonarse placenteramente a que le solucionen la vida a costa de los demás. Pero la trampa es que cuando se promete lo mismo a todos, en realidad sólo se puede cumplir la promesa a unos pocos (a los de siempre, los amigotes del poderoso) a costa de perjudicar a todos los engañados.

Pero nadie podrá decir que no nos lo merecemos. Será la consecuencia inevitable de olvidar de dónde surgió la clase media: del libre mercado, de la abolición de los límites al comercio, del fomento de los intercambios económicos a todos los niveles y del carácter emprendedor de aquellos que querían ser dueños de su presente y de su futuro, y no esperar a la dádiva mentirosa y contraproducente de otros que no generan riqueza, sino que expolian y administran caprichosamente la que generamos los demás.

El socialismo ha logrado corromper el concepto de clase media, convirtiéndola en una clase subsidiada y que espera inerme la subvención perenne como una droga insensibilizadora. De romper con esta visión socialista y recuperar la iniciativa y ser dueños de nuestro destino, depende el tipo de sociedad que construyamos.

Nosotros decidimos. Aún estamos a tiempo.

Articulo inicialmente publicado en las webs CLASES MEDIAS ARAGÓN y EL LIBREPENSADOR.

domingo, 16 de agosto de 2009

Debate sobre el hijab: respuesta a Daniel Ballesteros.

En su entrada de hoy, Daniel Ballesteros propone una serie de reflexiones no tanto sobre el uso de esa prenda que cubre las cabezas de muchas mujeres muslmanas, sino sobre la crítica fácil y poco fundada que suele realizarse a su uso. Tiene Ballesteros la sana costumbre de poner en solfa las argumentaciones que vertidas desde una fachada de liberalismo, resultan esconder poco más que la opinión de moda, generalmente envenenada de hiprogresía.

No obstante, como pienso que sí que puede haber una clara crítica a la imposición del hijab desde posturas verdaderamente liberales, recojo el guante lanzado en su post de hoy para responderle. Dice Daniel:





Respecto al pañuelito, debo decir que me parece aceptable y no veo motivos importantes para condenarlo o prohibirlo. Al menos no veo por qué tantos liberales protestan contra un pañuelo que pretende alejar pensamientos "impúdicos", mientras que ven como algo totalmente aceptable que haya mujeres en top-less en las playas y parques públicos.





Aquí coincido con él. Si acaso, considero que hay que diferenciar entre el uso del pañuelo y la imposición del mismo. Lo complicado estará en concretar cuando el uso es voluntario y cuando no. Los estatistas suelen identificar hecho y causa con demasiada asiduidad y cuando algo no les gusta, consideran que el hecho sólo puede devenir de su causa, esto es, piensan que siempre que una mujer viste hijab, se debe no a una elección propia sino a una imposición ajena. Los liberales, creo yo, que tenemos que asumir que en la inmensa mayoría de los casos seremos incapaces de discernir si la mujer empañolada es víctima de una imposición o demuestra su creencia religiosa voluntariamente. Que el Estado se meta en ese ámbito, sin duda causaría más transtornos de los que pretende arreglar. La prohibición de símbolos religiosos (que muchas veces están inextricablemente compenetrados o configurados con usos sociales) supone un ataque a la libertad, mayor del que supone el riesgo de imposición de esos símbolso en el ámbito familiar.

Por esta misma razón, si persiguiéramos el uso del hijab, la kipá judía o el crucifijo cristiano, nuestra sociedad no sería tan distinta de aquellas que obligan al uso de cualquier elemento similar a los mencionados.


También coincido con Ballesteros en el siguiente brillante párrafo:





Y es que cualquier vestimenta o complemento (incluso el desnudo) que empleemos en nuestra vida diaria tiene como objeto transmitir un mensaje a los demás: [...] ¿por qué entonces las musulmanas no pueden vestir como quieran? Pues la respuesta está en que a muchos no les gusta que se ataque el modelo de sociedad que creen que es idóneo y que, entre otras cosas, se caracteriza por la trivialización de la sexualidad, la cosificación de la mujer y el ser humano como hombre-masa.


Sin duda, gran parte de los ataques al pañuelo musulmán unen a dos grupos ideológicos que aunque se odien entre sí y se vean ambos como el contrario del otro, tienen mucho en común: extrema izquierda y extrema derecha. Ambas aspiran a una sociedad homogeneizada, aunque la primera presuma de anhelos multiculturales que se quedan en cuestiones superficiales, viendo a la sociedad como un anuncio de Benetton y sin darse cuenta de que la verdadera heterogeneidad que enriquece ha de estar dentro del cráneo, no en la ropa o en el color de la piel. No es heterogénea una sociedad donde todos opinen igual aunque puedan elegir mil tipos de moda, música u ocio. La extrema derecha, rancia como ella sola, condena el hijab por pura xenofobia. Ambos extremos (que en muchas cosas son hermanos siameses) sueñan con una sociedad estática y diseñada, no dinámica ni espontánea.

Después, Daniel saca a relucir el tema de los crucifijos en las escuelas, aunque lo haga de refilón. Lo hace en un párrafo donde considera hipócrita olvidar las consecuencias que determinados usos sociales tienen en la visión de muchas personas sobre la sexualidad y especialmente sobre el papel de la mujer.

La mujer puede enseñar sus atributos desnudos, el hombre puede ir desnudo también por la calle, ¿por qué no?, ¿qué problema hay? dicen... cuando se les responde diciendo que tales actitudes transmiten un mensaje sexual inadecuado para los niños y que además puede ocasionar reacciones inesperadas por parte de gente que no está en sus cabales, acusan de hacer apología de la violación... ya se sabe... aquello tan manido de: "se lo merece porque estaba pidiendo guerra".

Aquí yo veo que hay un pensamiento único "como un campanu" que decimos en Asturias. Es el pensamiento "progre" de toda la vida, el constructivismo social "progresista" que considera que la mujer debe vestir como una puta y comportarse como una puta para demostrar que es libre... pues no, la mujer también puede vestir como una monja y comportarse como una monja para demostrar que es libre. ¿o es que algunos liberales creen que toda acción procaz de una adolescente es aceptable, pero no el identificarse religiosamente además de hacerse respetar sexualmente poniéndose un pañuelo en la cabeza? Si es así, muy pronto comenzarán a desaparecer los crucifijos de las escuelas (ya ha sucedido), los crucifijos de los pechos, los kipá, las sotanas, los alzacuellos, etc. hasta llegar a la prohibición de procesiones de Semana Santa y las fiestas religiosas.


Respecto a los símbolos religiosos en las escuelas públicas creo que sobran. Pero poco tiene que ver mi postura con el anticlericalismo disfrazado de laicidad (que es lo que practican los progres). La verdadera laicidad, para mí, presupone el respeto hacia la creencia religiosa y el reconocomiento de la misma como inherente a la mayoría de los seres humanos. Entiendo yo que la creencia religiosa es una expresión de intimidad de la persona tan importante (y en muchos casos más aún) que la sexualidad o la opinión política. Es desde esta concepción desde la cual creo firmemente que en lo público debe haber clara separación RESPETUOSA entre la creencia religiosa individual y la prevalencia de una religión sobre otra. En cambio, los progres no son laicos (aunque presuman de ello) pues son claramente anticatólicos y ya no digamos abiertamente judeófobos sino que muchos de ellos son proislámicos. Pero pedirle coherencia a un progre es un acto de crueldad intelectual.

Si a mí se me acusa de coincidir con los progres por estimar que es deseable (aunque no creo que esté entre los cien asuntos más importantes de España) que los crucifijos no estén en las escuelas públicas (en las concertadas o privadas es otro tema), pues pienso que se hace acusación desde un reduccionismo simplista.



Con burka y a lo loco.




Como se ve, voy surcando el post de Daniel afirmando mis coincidencias en muchas cosas (quizá las más importantes) y puntualizando mi discrepancia con ciertos detalles. Finalmente, afirma:




Si somos libres para ir desnudos -algo que ocasionará problemas sociales-, mucho más lo somos para vestir con las ropas y símbolos que consideremos oportunos, sean de carácter religioso o no, siempre y cuando no transmitan mensajes que busquen menoscabar la vida, la libertad o la propiedad de otros. El Islam debe recorrer su propio camino hasta llegar a convertirse en una religión compatible con el mundo moderno;


No me gustan determinadas derivas, y que cierto liberalismo transija con ruedas de molino "progres" [...] me parece aberrante y hace que me pregunte si algunos liberales no estarán llegando, por caminos diferentes, al socialismo fetén. Tenía que decirlo, ya lo he dicho.

Recapitulando, sobre el uso del hijab, entiendo que lo que muchos realmente liberales condenan es la imposición de esa u otra prenda Y TAMBIÉN la imposición de la ausencia de ropa. No se trata de que una mujer sea más libre si se viste y comporta "como una puta" (habría aquí que definir qué es vestir y comportarse como tal y sería una discusión muy subjetiva), sino que los usos de la mujer sean escogidos y no impuestos. Sabemos que el hijab es impuesto en no pocas ocasiones. Consideramos incluso que es inevitable y no necesariamente censurable cuando eso se hace en un ámbito familiar mientras la mujer es menor. Cuando la esposa lleva el hijab por imposición del marido porque este es tan machista (e inseguro) que cree que si su mujer enseña el cabello se está menoscavando su condición de marido y macho dominante sobre su esposa, eso, lo condenamos. Lo complicado es que ese machismo está entremezclado con creencias religiosas (no pocas de ellas abiertamente machistas).


Coincido con Ballesteros en la banalización del sexo, la cosificación de la mujer, el liberalismo de pacotilla y en que el Islam debe recorrer aún un largo camino. Discrepo contigo en que denunciar el hijab sea sistemáticamente una demostración de "progresía". No cuando se denuncia la imposición a un mayor de edad. No cuando se denuncia que muchos musulmanes exigen para su religión unas prebendas que niegan a las demás no sólo en países islámicos sino también en países de raíz judeocristiana.






Anuncio en favor del uso del hijab





Por otra parte, considero que el anuncio que traes a colación en tu post es grotesco y ofensivo. Lo es porque supone la verdadera cosificación de la mujer que tú denuncias. Supone considerar que el hijab es virtuoso no porque haga más libre a la mujer, sino porque la hace más deseable para un hombre. Es decir, es un anuncio bastante más ofensivo, machista y antiliberal que la propia imposición del hijab porque supedita el valor de la mujer a su valía como elemento deseable para un hombre. En ese sentido, la cosificación evidente en el tropo del chupa-chups es lamentablemente acertada, esto es, el publicista ha conseguido transmitir todo su machismo cuando probablemente intentaba lo contrario. De una manera más sutil, el anuncio también es hiriente para el género masculino, ya que lo animaliza hasta el extremo al identificarlo con un ente irracional que sólo es gobernado por sus instintos sexuales y que no puede contenerse ante la "tentación" de una mujer sin tapar (o su cabello).



Sobre las posturas que yendo de "soy-más-liberal-que-nadie-y-me-molo-a-mí-mismo-pero-formo-parte-del-pensamiento-único", entiendo que son algo irritantes, sobre todo cuando pretenden sentar cátedra y dan lecciones de liberalismo desde un púlpito sólo sostenido por su vanidad, pero tampoco me preocuparía mucho por ellas, pues suelen acabar retratándose con sus contradicciones más pronto que tarde.