domingo, 25 de julio de 2010

Homofobia, Libertad, normalidad y moralidad

Muchos estaréis al tanto del debate generado por un post de Pío Moa en su blog de Libertad Digital donde se declaraba abiertamente homófobo. Fue respondido por José María Marco a quien a su vez respondió Moa.

Después se ha metido en el debate Albert Esplugas, con algunas alegaciones precisas acerca del nefasto uso del idioma que perpetra Moa y algunas otras más superficiales sobre el Liberalismo en este debate. Moa le contesta acusándole de palabrero e incurriendo en más desfases lingüísticos impropios del cuidado terminológico que le suele caracterizar.

El debate sube de nivel cuando participa Federico Jiménez Losantos , la nueva respuesta de Moa, la réplica conciliadora de Federico y la contrarréplica (también con clara intención de rebajar tensiones) de don Pío.

Asimismo, la cuestión ha suscitado debates en la blogosfera; recomendable me parece el habido en el blog de Daniel Ballesteros sobre todo en el segundo asalto. Luis H. Arroyo también ha opinado sobre el particular, aquí, aquí y aquí, en un post calentito de hace apenas un rato cuando empiezo a escribir esto.

Como no podía ser menos, la cuestión se ha ido ramificando en diversos ámbitos. Sobre la subjetiva (e incoherente) concepción de la homofobia de don Pío se sostiene un alegato legítimo contra la búsqueda de privilegios por grupos de presión, de ahí se pasa a debatir sobre la "normalidad" de la homosexualidad, contrapuesta a la heterosexualidad, y de ahí se zambullen casi todos los contertulios en la frecuencia natural de las inclinaciones homosexuales, su moralidad, su "utilidad social", su "peligrosidad" y el reflejo que de la misma deba cristalizarse en la Legislación Civil. Muchos temas en uno. Intentaré ir por partes para dejar clara mi opinión, pero empezaré por lo que considero esencial:

Me considero liberal y mi visión del liberalismo que profeso me lleva a criticar y aborrecer cualquier discriminación positiva o negativa (pero especialmente las últimas). Creo en la igualdad de oportunidades para todos los individuos, de base, y que luego el principio del mérito y la capacidad allanen o compliquen la senda a recorrer por cada uno. Creo que la orientación sexual es indiferente a los méritos de cada uno y afirmo que durante milenios y aún hoy, la homosexualidad ha sido un hándicap para quien la profesaba, que sólo muy recientemente se han derribado vergonzosas barreras al respecto y que es una causa legítima por la que habrá que seguir luchando. Creo igualmente, que, como ha pasado siempre en la historia, tras la abolición ideológica primero y legal después de la discriminación contra los homosexuales, existe un proceso que dura lustros donde, como en un movimiento pendular, se pasa de un extremo a otro hasta que una mayor madurez social deja las cosas en su justo término medio. Creo que ahora padecemos ese movimiento pendular reaccionario que es el que suscita el actual debate y que consiste en transformar la homosexualidad en casi un privilegio, que esto se da en algunas sociedades occidentales y que es criticable y combatible, pero aún así, es una situación mejor (o menos mala) que la anterior que suponía la discriminación efectiva de los homosexuales.

Sé que para muchos conservadores y no pocos liberales, lo dicho me acerca a muchos progres. Discrepo, pero aún así, me importa poco. No escribo en mi blog para caer bien y pertenecer a filas prietas de grupos de opinión que se ponen etiquetas con el mismo celo con el que las quitan o las dispensan a otros. Y en todo caso, son los progres quienes se han arrimado a la trinchera de la no discriminación, aunque lo hayan hecho tarde y mal (pasándose de frenada, como indico).

Y ahora, sobre el debate enlazado en los diversos links, vamos allá:


LA CUESTIÓN TERMINOLÓGICA.
Errores e incoherencias de Pío Moa.

Don Pío inicia su primer artículo alegando que es homófobo para acto seguido afirmar que "por supuesto" no odia a los homosexuales. A continuación usa el manido argumento de "tengo amigos gays" (como si eso reforzara su opinión o le hiciera parecer mejor persona) y vuelve a dejar perplejo al lector diciendo que en todo caso, su homofobia es más legítima que otras fobias que acechan a nuestra sociedad. Evidentemente, la RAE deja claro lo que significa ser homófobo:

homofobia.

(Del ingl. homophobia).

1. f. Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.


Real Academia Española © Todos los derechos reservados




Pero
don Pío no puede plegarse a las significaciones del idioma común, así que en su segundo párrafo indica en qué consiste su homofobia:

A lo que me opongo, lo que detesto, es a que las mafias rosas traten de conseguir puestos de poder para modelar la sociedad según sus torcidos enredos teóricos y prácticos, empezando por la pretensión totalitaria de que ellas representan a los homosexuales.

Pues haber empezado por ahí, hombre. En otros de sus artículos en esta polémica, indica que la etimología de "homofobia" es torpe. Lo es. Etimológicamente un homófobo significa el que odia al igual, así que llevado al terreno de la sexualidad, el homófobo sería el que odia a los de su mismo sexo, cosa que no es excluyente con odiar a los homosexuales, sino que además congenia. Si Moa quiere autoproclamarse homófobo para que así le pongan a parir los lobbys gays que detesta, probablemente lo consiga a costa de retorcer el lenguaje y arrastrar el ya pedestre nivel de debate en España. Alega don Pío que la Real Academia Española de la Lengua aceptó el término "homofobia" por las presiones de los lobbys homosexuales. Craso error. Y además, refleja cierta paranoia, puesto que la RAE no determina el significado de las palabras en su diccionario, sino que sencillamente hace una foto fija del uso dado a las palabras. Para mayor contradicción de don Pío, "homofobia" es un anglicismo, como tantos exportados en las últimas décadas.

Que esto quede bien claro: el diccionario de la Real Academia no tiene poder normativo, sólo sanciona el uso común que los usuarios del idioma damos a una palabra. Es obvio cuál es el uso que le damos a "homofobia": odio a los homosexuales.

¿Que el uso dado no es acorde a la significación etimológica de la palabra? Pues no, como también pasa con el vocablo "átomo" que significa indivisible y sabemos desde hace casi un siglo que sí es divisible. Pero hay un uso tradicional de esa palabra que se sobrepone a su construcción etimológica, lo cual no sólo no es infrecuente sino que pasa con miles de vocablos y seguirá pasando de muy diversas maneras, por ejemplo, con "formatear"que cada vez se circunscribe más a su significado en el argot de la Informática, o "rayar" que cada vez es más usado en el sentido de "enloquecer" cuando esa es su décima acepción según la RAE. "Cansino" ve cómo se está imponiendo la tercera de sus acepciones que en principio parecía circunscrita a Andalucía. La etimología no es una guardiana inflexible sino una contribuyente más, y no la más importante, a la evolución del léxico. Escogerla como "prueba del algodón" del error de un concepto no es de recibo y menos cuando al párrafo siguiente uno cambia el criterio. Veámoslo:

El galimatías lingüístico en el que se refugia Moa para autoproclamarse homófobo no se detiene aquí. En sus réplicas menciona en varias ocasiones al "homosexualismo" como si éste fuera un movimiento de presión política organizado y tendente a imponer su visión del mundo. Ejemplos:


Una cosa son los homosexuales y otra el homosexualismo, como una cosa son los obreros y otra el marxismo, o las mujeres y el feminismo, o los catalanes y el nacionalismo catalán, etc.


El homosexualismo no se limita a decir que un homosexual es una persona y debe ser respetado. En realidad eso le importa poco y va mucho más allá. Hace de su condición sexual el centro de su pensamiento y de su acción, y pretende que la sociedad se conforme según sus teorizaciones. Necesita creer y hacer creer que el apego social a una sexualidad normal, a la reproducción, a la familia, al pudor, etc. son "prejuicios" que deben desarraigarse por todos los medios. El homosexualismo, el feminismo y otras ideologías "radicales" suelen ir juntos[...]



Por tanto, Moa intenta decir que él es homófobo, pero no que profesa homofobia contra los homosexuales como individuos sino contra el "homosexualismo". ¿Y qué es concretamente el homosexualismo? Pues según la RAE:

homosexualismo.

1. m. homosexualidad.



Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Y por si a alguien no le ha quedado claro:

homosexualidad.

1. f. Inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo.

2. f. Práctica de dicha relación.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Vamos, que Moa, para justificarse homófobo, diferencia homosexualidad de homosexualismo y sale de un berenjenal para meterse en otro. Resulta que para Moa, el lenguaje en este asunto está plagado de trampas colocadas por las malvadas mafias rosas y que algunos liberales, heterosexuales o no, nos plegamos mansos a los tejemanejes de estos ingenieros sociales. Menos mal que hay gente como él capacitada para redefinir los vocablos y sus conceptos y abrirnos los ojos.

El término homofobia, torpe desde su propia construcción etimológica, no designa, pues, a quienes odian a los homosexuales, sino a quienes odian las maquinaciones de esas mafias.


Él es homófobo porque la homofobia es otra cosa distinta de lo que creemos la inmensa mayoría, igual que el homosexualismo. Claro. Fíjense que yo estoy de acuerdo con Moa en que el lenguaje es permanentemente sometido a tensiones deformadoras por parte de quienes quieren imponer sus criterios, que pretenden ponerles nombres a las cosas. Yo estoy de acuerdo también en que varios lobbys gays quieren ir mucho más allá del logro de que los homosexuales dejen de ser discriminados. No me hace falta ser homófobo para oponerme a esas pretensiones de privilegios, me basta con ser liberal y de ese "credo" surge mi pulsión por evitar que los homosexuales sean discriminados o que obtengan privilegios por su condición.

Si lo que quiere decir Moa es algo así como "quienes no estamos de acuerdo con esos lobyys somos tildados de homófobos", todos le daríamos la razón. Pero él es incoherente al considerarse homófobo "naturalmente", porque es como dar a entender que asume el uso que de esa palabra hacen los lobbys a los que dice oponerse. ¿Te opones a ellos y aceptas "naturalmente" que te llamen homófobo?

Nueva incoherencia: dice Moa que esos lobbys no representan a la totalidad de los homosexuales y hace el paralelismo con sindicatos y nacionalistas catalanes que no representan a la totalidad (ni a la mayoría siquiera) de obreros y catalanes respectivamente. ¿Aceptaría Moa que le tildaran de antiobrero y anticatalán con la misma naturalidad con la que se autoproclama homófobo? ¿No es mejor dar la batalla completa y no sólo denunciar la manipulación de los términos sino además dejarlos claramente establecidos sin necesidad de inventarse un mundo paralelo donde las palabras signifiquen lo que le conviene a su discurso? ¿No se da cuenta Moa que al decir que "homofobia" y "homosexualismo" significan lo que a él le conviene es caer en el mismo voluntarismo excluyente y egocéntrico que los creadores de esas "palabras-policía" que él denuncia?

Por si todo este mejunje semántico y pléyade de incoherencias de Moa fuera poco, cabe reprocharle que aceptar definirse como alguien que odie a algo es tan penoso como quien reduce su condición de individuo a su mera orientación sexual (algo que él critica):
El homosexual razonable [sic] no hace de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida, acepta su realidad si cree que no puede cambiarla, y la lleva con discreción, ya que se trata de un asunto íntimo, como debieran hacer también los heterosexuales,



Sinceramente, autodefinirse como homófobo es menos "razonable" que autodefinirse como homosexual. El segundo se define por sus inclinaciones sexuales y/o sentimentales, el primero, por su fobia. Es éticamente reprobable sentirse orgulloso de cualquier odio. Claro que uno puede considerarse muy liberal si dice que odia a Castro, Hitler, Stalin, Franco y Pol Pot. Claro que podemos presumir de que odiamos a comunistas, nazis y demás patulea, pero ¿a qué nos lleva eso? Basta con creer y amar la Libertad y la Justicia para que sea todo ese batallón de energúmenos los que nos odien y se nos pongan enfrente.


En mi humilde opinión, don Pío Moa, harto de las mafias rosas, cae en los mismos errores que denuncia: considerarlas representativas de la homosexualidad y modificar el lenguaje común para poder sujetar su argumentación. En su ingeniería semántica y en la incoherencia de su combatividad, no digo que falle el tiro (su fobia contra la intención lobbysta de lograr privilegios es acertada, a mi juicio) pero se le escapan varios perdigonazos que acaban dándole en su trasero (no diré "por el trasero" porque me parecería una broma de poco gusto en este contexto y temo que el hecho de poner sus párrafos en ese naïf color lila ya puede ser malentendido).

Luego de poner claras mis opiniones sobre el Lenguaje y su uso (o maltrato, según se mire), que por supuesto son refutables y encantado estaré de leer las discrepancias, queda el tema de la normalidad-naturalidad-moralidad de la homosexualidad. Lógicamente, esto entronca con el reconocimiento legal de las uniones homosexuales y el llamarlas "matrimonio" así como la posibilidad de adopción por parte de esas parejas "homoparentales" (también una etimología discutible). Mi intención es proseguir con este tema en la siguiente entrada.

Como resumen de ésta, quiero indicar que, como decía Borges, y nos recuerda mi amigo argentino Pablo Martínez Burkett en su blog, "las palabras son símbolos que postulan una memoria compartida". Meterse en un debate utilizando significaciones subjetivas cuando conviene y objetivas según vengan mejor o peor, no me parece honesto. Se requiere un mínimo de acuerdo entre los debatientes para poder comprender lo que cada uno quiere decir. Y ese acuerdo mínimo suele ser el lenguaje. La mayoría de los debates en nuestro país carecen de esa convención imprescindible en la que las palabras significan lo mismo o muy parecido para los "combatientes". Era de esperar que en internet y con los participantes dados, sí existiera ese acuerdo de mínimos, pero don Pío Moa nunca ha sido fiel al mismo. Es por esto que opino que incluso teniendo un gran porcentaje de razón, falla a la hora lograr su verdadero objetivo, que es acorde con lo que cualquier liberal pueda suscribir: que el Estado no se meta en la vida privada de los ciudadanos mientras no haya delito y que ningún grupo pueda hacer del Estado su sirvienta para obtener privilegios.

Sin duda, queda mucho por comentar sobre el tema.






domingo, 18 de julio de 2010

Socialismo en estado puro.

Socialismo en estado puro: Un jefe de Estado diciéndoles a los ciudadanos cómo tienen que vivir incluso en las cosas más nimias, como si se dirigiera a imbéciles incapaces de decidir, necesitados de la guía moral y autoritaria de una figura paternalista y omnipotente. El estatismo es un sucedáneo de la religión, pero mientras que los estatismos son casi idénticos entre sí, las religiones son muy heterogéneas y permiten un grado de libertad que para el estatismo es un "peligro social". Este estatismo tiene más que ver con las férreas teocracias medievales que con las religiones que actualmente subsisten en Occidente. Pero tanto en el estatismo como en la religión, existe la creencia infrangible en un ente omnisciente capaz de guiar a los creyentes.

Además, es que Chávez se contradice, porque primero promueve el ahorro y luego promueve que "los proletarios" paguen sus vacaciones ¡a crédito! Eso sí, del banco manejado por él, claro. Es como lo de ZP cuando dijo aquello de "también conviene que consumáis". ¡¡¡Panda de *******!!!