miércoles, 4 de noviembre de 2009

La corrupción no es un problema, sino un sistema.

En los últimos tiempos y gracias a la desinteresada labor de la policía, el juez Garzón, la prensa afecta al régimen, la Fiscalía General del Estado, la Guardia Civil, la Fiscalía Anticorrupción, ese prócer de la Verdad que es Rubalcaba y otros estandartes de la salud civil de la patria, se han destapado numerosos casos de corrupción del Partido Popular, a la sazón, principal partido (en número e implantación social, que no en actividad e ideas) de la oposición y única (así de deprimente es la realidad) alternativa de Gobierno.

Cabe decir que dichos casos de corrucpción tienen visos de resultar mucho más ciertos que otros, también del Partido Popular, que generaron detenciones de docenas de militantes y cargos públicos del mismo partido (detenciones casualmente televisadas muchas veces por las cadenas televisivas Cuatro y La Sexta, quienes tenían la enorme suerte de tener cámaras apostadas allí donde la policía iba a detener y exhibir esposados a los miembros del PP) y que a las pocas semanas se veían libres de toda culpa al sobreseerse el caso por falta de pruebas sólidas. También era casualidad, claro, que esas espectaculares detenciones acontecieran siempre en periodos preelectorales (o incluso en campañas electorales) o a la mañana siguiente de que una sentencia hubiera exculpado a algún miembro del PP de una acusación previa.

Esta oleada de podredumbre ha hecho que muchos -especialmente socialistas, ver para creer- se indignen por casos de financiación ilegal de un partido político, de amiguismos, de favoritismos, nepotismos... Es enternecedor poder dar la bienvenida -¡por fin!- a los socialistas a la trinchera de la indignación y el asco ante la corrupción de un partido político. Hombre, es cierto que les podía haber dado ese ataque de escrúpulos hace varios lustros, décadas incluso, y que de querer ser respetados en sus quejas, tendrían que atreverse a ser coherentes y reconocer que la corrupción del PP aún no le llega a las rodillas a la del felipismo o mismamente a los casos de condonación de 1200 millones de pesetas de la deuda del PSC por la Caixa, el tema del asalto a Endesa, Intermoney, la hija de Chaves, las cacerías naftalinosas de Garzón con el Ministro de lo
suyo, etc...




El caso es que en este mismo periodo, y gracias a la -insisto- desinteresada labor de de la policía, el juez Garzón, la prensa afecta al régimen, la Fiscalía General del Estado, la Guardia Civil, la Fiscalía Anticorrupción, ese prócer de la Verdad que es Rubalcaba y otros estandartes de la salud civil de la patria, se han tapado numerosos casos de corrupción del PSOE.

Como los que detentan el poder suelen ser tan mediocres como matones, suelen ejercerlo con chulería, se envalentonan y se les ve venir de lejos. Y claro, lo que han logrado es que el electorado del PP se dé cuenta de la jugarreta y han acabado inmnunizándolo contra los chorizos de su propio partido. Estamos en la peor situación posible: el electorado del PP ya es casi idéntico al del PSOE en cuanto a tragaderas respecto a la corrupción se refiere. Los políticos españoles tienen casi carta blanca con la corrupción. Esto es lo que hace que uno tenga que frotarse los ojos ante declaraciones como las de Chaves acusando al PP de tener la corrupción en su médula, que es algo así como si Madoff llama estafador a alguien que le acaba de endilgar el timo de la estampita (reconozco que mi comparación inicial era "es algo así como si Hitler acusa al Ku Klux Klan de racista", pero no quise caer en la extensa vulgaridad internetera de sacar a los nazis a relucir a la mínima ocasión... ¡ups, acabo de hacerlo!).

Como la corrucpión inherente al PSOE es imposible de tapar por completo incluso teniendo tantos medios de comunicación a su servicio, han decidido usar la Fiscalía como un gran ventilador y sale mierda por doquier... Eso ha hecho que la prensa, los humoristas, la ciudadanía, se quejen de la corrupción.

Craso error. El problema NO es que algunos o muchos políticos se corrompan. El problema real es que el sistema no puede mantenerse sin un enorme grado de corrupción intrínseca. Hemos ido elaborando un modo de proceder en el ámbito público que deja unos vacíos enormes a la discrecionalidad de las personas que toman decisiones. Las leyes siempre se han ido cambiando aumentando el poder de las administraciones y reduciendo el de los ciudadanos, lo que supone más poder para el político. El hecho de que la mediocridad del político sea fomentada y buscada por los partidos políticos hace el resto.

Es más, la única manera de que los delitos no sean generalizados ha sido recoger en la Ley actividades inmorales como legalmente aceptadas, así, la especulación sistemática de los ayuntamientos con el suelo, la financiación de los partidos, las ONG, el nombramiento discrecional de personal administrativo, las cuotas reservadas a grupos de presión, vulnerando el principio del mérito y de capacidad y desincentivando el esfuerzo pero incentivando "las relaciones" (es decir, el enchufe de toda la vida). No olvidemos que ese patrón de comportamiento en lo público acaba filtrándose por doquier en lo privado, y más en un país tan renuente a la iniciativa privada y tan ansioso de que nos lo arreglen todo.

Quejarse del político que se corrompe y no del sistema es algo así como quejarse del síntoma y no de la enfermedad que lo genera. Es como echarle la culpa a la fiebre y no a la infección, al dolor y no al hueso fracturado o a quien nos ha infectado con una vacuna errónea o nos ha roto el hueso con una maza. Las críticas que se están levantando contra la corrupción me parecen superficiales y carentes de sentido crítico realista. Suenan más a pataleta, a berrinche que durará hasta que haya otro tema más relevante (algún escándalo sexual de algún famoso, una eliminatoria atractiva en la Champions League) y que queda muy bien como pose, para presumir de censurar a los ladrones y de no estar de acuerdo con ellos (algo que en teoría debería darse por sentado en cualquier persona normal y honesta).

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