miércoles, 11 de agosto de 2010

A vueltas con los derechos de los homosexuales -Debate con Luis H. Arroyo

¿Tienen los homosexuales valores distintos a los heterosexuales? ¿Supone la adquisición de derechos civiles por ese colectivo una subversión de los valores que han hecho progresar la sociedad?

Estas dos preguntas permanecen latentes en el intercambio de pareceres -para mí siempre interesante y didáctico- surgido con Luis H. Arroyo, el del Cuaderno de Arena, quien hace honor a aquella frase de Hayek que decía que "para que un economista sea un buen economista, no debe de saber sólo de Economía".

Como siempre, en un intercambio de opiniones se van marginando las concordancias para hincarle el diente a las discrepancias, actitud mucho más honesta y fructífera que la de los sandios que se refocilan en sus coincidencias haciéndose la mutua pelota. Estoy en amplio desacuerdo con algunas de las afirmaciones de Luis y sobre todo con lo que puede derivarse de dos o tres puntos de vista que mantiene, pero intentaré ir paso a paso sin dejar de lado ningún aspecto del debate.
EXHIBICIONISMO HOMOSEXUAL

En mi última entrada ya dejé claro que el exhibicionismo no es sólo homosexual pero que éste está mucho menos tolerado por razones obvias:

1) Porque resulta menos sugerente a la mayoría de la población, que es heterosexual.

2) Porque tradicionalmente ha sido mucho más frecuente el exhibicionismo heterosexual (y lo sigue siendo, no hay más que ver la publicidad, el cine, las series de tv...) con lo que hay un poso social o una especie de "callo" cultural que ve esa exhibición permanente de la heterosexualidad como algo endémico del paisaje social.

3) Porque el exhibicionismo homosexual es mucho más agresivo, debido precisamente a la situación de ocultación y discriminación de la que provienen los gays. Es como si de repente tuvieran que "recuperar el tiempo perdido" y vengarse de quienes les han discriminado o les ven con prejuicios como si dijeran "sé que no te gusto, pues me vas a tener que aguantar por narices". Pero esto es sólo predicable de una minoría del colectivo homosexual, que lamentablemente proyecta su imagen sobre la mayoría.

Dice recientemente Luis que ha "descubierto" gracias al comentario de Violante Cabral que no le molestan las tendencias sexuales privadas sino el exhibicionismo público. A mí me parecía evidente que ése era su caso (como el de muchos entre los que me cuento con mayor o menor intensidad), por eso he usado las comillas en lo de descubrir. Pero es obvio que a Luis, como a casi todos (también a mí) le pasa mucho más inadvertido el exhibicionismo heterosexual constante y omnipresente y/o le/nos molesta menos.

Por otra parte, aún no le he leído a Luis ni una sola frase reconociendo lo que a mí me parece evidente: los que van en las cabalgatas del Orgullo Gay, ni son todos homosexuales ni todos los homosexuales van en la cabalgata. Hace falta decir hasta la extenuación que la mayoría de homosexuales no van pregonando su condición, no porque se avergüencen de ella sino porque la consideran un tema personal y ven cada vez con más recelo y hastío la deriva carnavalesca y totalitaria de parte del colectivo gay (el más cercano al poder, por cierto). Creo que es imprescindible comentar esto cuantas veces haga falta, precisamente para que ese germen totalitario que con acierto denuncia Luis en los lobbys gays, cuente con una victoria que no les podemos permitir: que consideremos que ellos son todos los homosexuales, que los representan a todos, que no hay homosexuales que no piensen en todo como ellos lo hacen. Solemos hacer esta salvedad elemental con los nacionalistas y los habitantes de las regiones que aspiran a tiranizar, ¿por qué no hacerla con un colectivo mucho más fragmentado pues no puede ser deducido de un ámbito geográfico específico?

Por otra parte, contra el vicio de la exhibición está la virtud de la indiferencia o el "no mirar". Yo he acudido varios años a ver la monótona y politizada (por los progres) cabalgata del Orgullo Gay, con una mezcla de curiosidad y perplejidad. Cuando me aburrí de ver famosillos (todos de la secta de la "Zeja") y cuerpos semidesnudos contoneándose al son de la música maquinera (y es fácil aburrirse pronto porque es todo el rato lo mismo) me salí del jaleo con mis amigos y nos fuimos de bares, ya fuera a Chueca o a aledaños. Prefiero que ese tipo de contoneos se den en situaciones mucho más íntimas y con música más de mi gusto.

Entiendo que los lobbys han logrado un nivel de presencia que resulta cansino, pero nunca como hoy hemos tenido tantas posibilidades de ocio que nos permiten desconectar de los sectores de la realidad social que nos resultan fatigosos. Pero el Día del Orgullo Gay ya hace mucho que derivó en una nueva excusa más que esta sociedad se da para salir de la rutina por unas horas y si es multitudinario no es por la reunión de homosexuales sino por los muchísimos heterosexuales que acuden/acudimos, aunque sea ocasionalmente, en compañía de amistades o parejas, a un lugar donde sabes que hay más juerga de lo normal. Como ya mencioné, tiene mucho más que ver con el hedonismo que con el movimiento gay, el primero es una corriente aún más amplia que el segundo.

LIBERTAD Y EMIGRACIÓN

Además, Luis me hizo un interesante comentario del que me gustaría opinar. En mi anterior entrada y las réplicas a las respuestas, mencioné que hoy en día, pese a la no discriminación oficial, persiste en no pocos ámbitos un claro prejuicio homófobo (esperemos que don Pío Moa no nos regañe por emplear la palabra dichosa, aunque dudo que se pase por este blog, lástima... para él, claro). Eso provoca una migración de personas hacia núcleos de población más grandes buscando una comodidad y libertad que acaba derivando en el establecimiento de barrios como Chueca o el "Gayxample". Luis comentó esto:
[...]y por fin, sobre la emigración del pueblo, no es la primera vez que se busca la libertad en la ciudad, cuna de ella. En un pueblo no pretendas que adopten las costumbres cosmopolitas, ni esta ni ninguna. El destino de todo el que destaca, en lo que sea, bueno o malo, es largarse. Y lo del Ghetto ¡lo fomentan ellos mismos! paradas, carnavales, barrios tomados (no por que los hayan recluido ahí...) pero por favor, es que Chueca es un ghetto! No me compares esto con los ghettos judíos, Carlos, por favor.

En ningún momento he querido comparar a Chueca con el gueto de Varsovia u otro de aquel ominoso tipo, por supuesto. Lamento si algo similar se ha derivado de mi uso de la palabra "gueto" (le doy mucha importancia a esta aclaración, que consideraba innecesaria, por mi personal aprecio al pueblo judío), pero creo que Luis exagera un tanto. Él mismo reconoce algo en lo que concordamos: la mayor libertad inherente a las ciudades grandes, con lo que reconoce asimismo que SÍ existen lugares donde la homosexualidad aún supone dificultades en el desarrollo vital de quien la siente.

Sobre que el gueto sea fomentado por sus propios integrantes, creo que se debe matizar que es más fácil establecerse en un lugar donde hay más gente como tú, como les pasa a los iberoamericanos, a los magrebíes, a los rumanos... Tiene una vertiente positiva, que es que puede acelerar el proceso de integración sin demasiados traumas, y otra negativa, que es que un exceso de aislamiento de ese grupo social acaba logrando justo el efecto contrario, una falta de integración que finalmente puede devenir en una serie de conflictos mucho peores. El ejemplo son numerosos suburbios periféricos franceses. En el caso de los homosexuales, no tiene nada que ver, no hay una barrera idiomática ni cultural, por lo general, tampoco económica (de hecho, Chueca ha pasado a ser un barrio "bien" tras ser tomado como "sede urbana" del colectivo gay cuando antes era un barrio bastante complicado y con altas tasas de delincuencia). Por cierto, un dato para la reflexión y que a los Zerolos de turno les irrita bastante y procuran ocultarlo: en el barrio de Chueca, las elecciones las gana el PP, y no por poco.

Y de nuevo, la frase de Luis "El gueto lo fomentan ellos mismos" supone una generalización muy del gusto de los lobbys rosas. También hay homosexuales que no quieren vivir en ese tipo de barrios precisamente porque no quieren que su residencia sea una especie de "marcador social" de su condición sexual.


LOS "VALORES HOMOSEXUALES"
Pero la cuestión que considero más relevante del comentario de Luis, se da en las siguientes líneas:



Un padre/madre homo hará lo posible para estar orgulloso de su hijo/a, y le inculcará los valores homosexuales inevitablemente. No me imagino a un padre hetero fomentar la homosexualidad (aunque la acepte resignadamente si su hijo lo es). Vamos a ver: estás confundiendo los términos. Y no niego el derecho a ejercer la inclinación que la naturaleza le ha dado, pero de ahí a pensar que la adopción es guai, va un abismo.
¿Los valores homosexuales? ¿Cuáles son? ¿Supone esto que existen unos "valores heterosexuales" contrapuestos? Pues yo, como heterosexual, reconozco mi ignorancia respecto a estos últimos. ¿Los valores de la persona se determinan por su condición sexual?

Leyendo estas líneas de Luis, pareciera obvio que unos padres homosexuales desearán que su hijo herede su inclinación sexual. No dudo de que los habrá, pero salvo que veamos a la homosexualidad como negativa, esto no debería ser preocupante. Yo creo que es más sencillo que unos padres homosexuales, que quizá hayan sufrido por su orientación, sean más respetuosos con la orientación sexual de su hijo de lo que la sociedad fue con la orientación sexual de ellos. Es común que todo padre desee para sus vástagos un mundo mejor que el que ellos han tenido a su alrededor. Esto no siempre se cumple, obviamente, pero es una tendencia probada. Como también lo es que de padres heterosexuales nacen y se crían hijos homosexuales. O hijos deshonestos de padres honestos, o viceversa (esto es más difícil, porque siempre es más fácil de contagiar lo malo, pero salvo que consideráramos ya claramente negativa a la homosexualidad, no debería preocuparnos).

Además, Luis no se imagina a un padre hetero fomentando la homosexualidad, con lo cual, da a entender que no se imagina a un padre gay fomentando en su hijo la heterosexualidad. Lo que veo, es que tampoco se imagina a un padre que no fomente e inculque una sexualidad determinada en sus hijos sino que intente fomentar la libertad de elección, ya sea "racional" o siguiendo los irracionales instintos del hijo o hija.

Yo no soy padre y Luis sí lo es, por lo que debo ser extremadamente cuidadoso puesto que no quisiera que crea que cometo la osadía de opinar sobre su desempeño como padre, cosa que no me atrevería y además no tengo motivo alguno para dudar de su buen hacer, antes al contrario. Pero lo que sí quiero decir, es que no creo que todos los padres heterosexuales "acepten resignados la homosexualidad de su hijo si se da", y en esto sí puedo hablar desde la experiencia porque conozco casos en los que los padres han apoyado a sus hijos cuando estos han "salido del armario", no con alborozo por su homosexualidad ni con resignación, sino contentos por la más o menos libre elección de su hijo.








Yo no considero que por ser heterosexual tenga que tener unos valores determinados distintos a los que tendría de ser homosexual
. Mis valores se incardinan en el liberalismo clásico y con toques, a veces muy intensos (que me gustaría que fueran eclécticos), de autores mucho más modernos e incluso actuales. Si un "valor heterosexual" es considerar la homosexualidad una desgracia, no perseguible y respetable, pero una desgracia al fin y al cabo, declino ser partícipe de ese "valor heterosexual". Niego rotundamente que mi condición sexual suponga que mi ideología sea determinada por mi conjunto de reacciones hormonales. Entre otras cosas porque eso supondría que mi ideología sería mudable con un determinado tratamiento farmacológico, por ejemplo, la hormonación necesaria para poder adquirir caracteres físicos femeninos (hormonación que llevan a cabo los transexuales nacidos hombres que se sienten mujeres). Esa opción de cambiar ideas mediante fármacos, me parece más típica de alguna novela de pesadilla futurista de Aldoux Husley y toda mi RAZÓN se rebela contra ella.

Esto hace que Luis me considere "racionalista" algo que no considero peyorativo (cosa distinta es ser "hiperracionalista" que supongo que es lo que él quería decir). Después hace interesantes comentarios sobre la base irracional de la sociedad, Hayek y von Mises. Cuestiones sobre las que me gustaría volver en un próximo post, por interesantes y porque éste ya me ha quedado demasiado largo, por lo que pido disculpas.

Saludos.

domingo, 8 de agosto de 2010

Homofobia, Libertad, normalidad y moralidad (II)

¿Es la homosexualidad una práctica antinatural? ¿Es inmoral? ¿Supone su aceptación una involución? ¿Acaso la tolerancia hacia ella conlleva un socavamiento de la civilización disfrazado de aumento de las libertades invididuales?

Aunque el fragor del debate acaecido a raíz de la autodefinición de Pío Moa como homófobo ya ha quedado apagado (no he podido escribir esta entrada antes) es obvio que las preguntas iniciales laten en el debate generado acerca de la homosexualidad y especialmente, acerca del reconocimiento a los homosexuales de determinados derechos civiles como el "matrimonio gay" y la adopción a cargo de parejas gays.

En la anterior entrada ya expuse por qué considero la autoimputación de Moa como homófobo, no sólo torpe, sino tramposa por suponer una dilogía insostenible y además peligrosa. Él se declara homófobo por estar contra las "maffias rosas", lo cual es tan incoherente como declararse "catalanófobo" por estar contra el nacionalismo catalán. Evidentemente, pocas muestras de aprecio hay tan contundentes hacia Cataluña y los catalanes como pugnar por que se liberen del yugo del nacionalismo. De seguir empeorando el cáncer "supremacista" e intervencionista de muchos lobbys gays (todos ellos de corte estatista), pronto pasará lo mismo: que la mejor muestra de aprecio hacia la comunidad gay será luchar por que se liberen del yugo de esos lobbys.

Pío Moa sostiene su declaración alegando que al fin y al cabo los grupos de opinión dominantes generan unas "palabras policía" y que por tanto, homófobo se usa para todos los que se oponen a los tejemanejes de esos grupos gays como el nacionalismo catalán (la analogía es mía y de otros, no la ha usado Moa) nos tacha de catalanófobos a quienes nos oponemos a sus ideas.

Esto es altamente inconsistente. Nadie duda de que Pío Moa se opone a los nacionalismos excluyentes, su obra historiográfica le avala tanto como sus numerosísimos artículos de opinión. Y sin embargo, no se le ha ocurrido titular una entrada en su blog "Yo soy catalanófobo, naturalmente".

La añagaza dialéctica de Moa para no tener que recular, alegando que "asume que se le denomine según la palabra-policía" cuyo uso se supone que denuncia, supone rendirse en una batalla tan importante como la del lenguaje: si consideras que esos grupos a los que te opones pueden etiquetarte como quieren, entonces realmente no eres beligerante con ellos, sólo te pones de perfil y no te atreves a ir de frente. Moa considera que va más de frente y que es aún más valiente por dejarse etiquetar, por rendirse ya en lo que a la Lengua constriñe, como si les diera ventaja a esos lobbys para así encabezar una lucha más heroica.

En mi opinión, el título de su post inicial sólo quería causar revuelo (objetivo cumplido) y luego tuvo que recurrir a logomaquias de titiritero para no reconocer su torpeza. Yo creo que su testarudez y orgullo se impusieron a su capacidad de análisis. Hasta el mejor escriba echa un borrón.

No obstante, a lo largo del debate desgrana afirmaciones que han sido muy aplaudidas por gran parte de los comentadores de la discusión. A saber:
-"La homosexualidad es una tara (como la miopía o la cojera), pero no se me ocurre juzgar a mis amigos homosexuales a partir de su desgracia" (no cae en la cuenta de que ya lo acaba de hacer).

¿Es una tara o desgracia la condición de homosexual?

Cabe decir que en un entorno que discrimina al homosexual, es obvio que así es, como hace años en un entorno de algún condado sureño bañado por el Mississippi, la condición de negro era una desgracia por el contexto hostil al que se enfrentaban. Pero Moa no se refiere a esto, obviamente, sino que considera al homosexual víctima de un evento que le disminuye como persona o que reduce las posibilidades del normal desempeño de sus funciones (al igual que el cojo o el miope, como él mismo dice).

Sin duda es una afirmación impopular. A nadie le gusta que le tilden de tarado o desgraciado por una cuestión de su identidad. Pero vayamos más allá de lo políticamente correcto (como intenta hacer Moa y suele conseguir, lo cual es loable). ¿Es comparable la tendencia sexual a la imperfección de algún órgano fisiológico o conjunto de ellos? Evidentemente no.

En esto, Moa en particular y el resto de contendientes en general, me vuelven a decepcionar. Porque es obvio que la homosexualidad consta de unos elementos psicológicos muy influyentes. Cosa que muy rara vez tienen la miopía y la cojera y ya no digamos el labio leporino o la escoliosis. Puede ser que Moa reduzca a la persona a un conjunto de reacciones bioquímicas y una pléyade de conjunciones hormonales. Quizá piense que el ser humano es un amasijo de interconexiones electroquímicas y que las psicológicas son sólo la manifestación cerebral de ese mejunje de elementos. Muy pobre sería esa visión del ser humano, pero si don Pío lo cree, allá él. Se entendería entonces a la persona desde una mera visión de determinismo bioquímico, donde la personalidad supone apenas una manifestación del bullicio hormonal que desde dentro de nosotros reacciona al entorno.

Otros pensamos que las personas somos seres BIO-PSICO-SOCIALES y que esos tres ámbitos influyen en porcentajes y maneras muy dispares de unos a otros y no siempre de la misma manera en la misma persona.

Para Moa, el homosexual padece algún tipo de disfunción que le impele a sentirse atraído por los de su mismo sexo. Pero aquí hay que aclarar que la comparación con la cojera o tara similar carece de lógica: el homosexual no tiene imperfección alguna en, por ejemplo, el funcionamiento de sus órganos sexuales (aunque reducir la sexualidad al empleo de los órganos sexuales ya supone un error). Y de tenerla, eso no le conceptúa como homosexual, ya que no hay ninguna tara genital que no pueda ser igualmente tenida por los heterosexuales. En el caso de los varones, se especula con que los castrados a una edad temprana son más afeminados. Obviamente aquí sí hay una cuestión hormonal de por medio, que si ha influido en la pubertad (cuando nuestros cuerpos adquieren los llamados caracteres sexuales secundarios) puede resultar en un cuerpo menos masculino, más andrógino, pero no necesariamente en una tendencia sexual (la cual, en el caso de esclavos castrados, por ejemplo en el Imperio Otomano hace siglos, era determinada más por el entorno, como el caso del lesbianismo en los harenes).

No podemos decir, por tanto, que una disfunción fisiológica concreta suponga una mayor tendencia a la homosexualidad. Se complica pues el seguir insistiendo en la homosexualidad como una tara física (ejemplo usado por Moa). Algunos de sus defensores (y en las palabras del propio Moa parece deducirse) afirman que el hecho de que el homosexual, si es fiel a sus tendencias, no pueda tener descendencia. De nuevo se echa mano de un reduccionismo consistente en que es disfuncional aquel ser humano que no tiene capacidad de reproducirse. Pero es que en el caso de los homosexuales, no existe esa incapacidad biológica (y de haberla, por ser la mujer o el hombre estériles, por ejemplo, eso no tiene nada que ver con su tendencia homosexual) desde un punto de vista fisiológico. Y si Moa considera que sí existe desde un punto de vista psicológico, de nuevo es incoherente, porque aquí ya reconoce la influencia de la psique sobre la genitalidad. Con ese mismo criterio, el que renuncia a sus instintos sexuales por una cuestión moral (por ejemplo, el voto de castidad) puede ser considerado igual de incapaz para tener descendencia. ¿Le considera Moa un tarado a alguien así? No lo parece, pero al no hacerlo, va contra su propia congruencia.

Se le ha respondido a Moa que no puede considerarse una desgracia aquello que no es considerado como tal por quien consta de la cualidad en entredicho: si el homosexual no se siente desgraciado, su homosexualidad no puede considerarse desgracia. Es un argumento con cierto recorrido, pero tampoco demasiado, puesto que objetivamente, un ciego padece una tara, pero sin embargo puede sentirse incluso afortunado (por ejemplo, Borges reconocía que en algunas cuestiones era deudor de su ceguera).

Si analizamos toda la dialéctica de Moa en el asunto, llegamos a la conclusión de que lo que le lleva a considerar desgraciada la condición de homosexual, no es más que la considera antinatural. Y eso nos lleva a otro escalón del debate.



-La homosexualidad es antinatural.

Sinceramente, esta afirmación resulta asombrosamente frecuente en muchas personas que se autodefinen como liberales. Eso sí, no logran explicar cómo es posible que si la homosexualidad es antinatural, la misma se dé en todas las sociedades, épocas y civilizaciones y también en el mundo animal, con mayor facilidad para reconocerla cuanto más próximos estén esos animales al hombre en la escala evolutiva (mamíferos terrestres y superiores y singularmente, primates).

De la innegable presencia de la homosexualidad a lo largo de la historia, que ningún antropólogo se atrevería a negar, cabe deducir que es obviamente natural. Ahora bien, quienes opinan lo contrario se escudan en una concepción estadística y porcentual de lo "natural". Como ha defendido, por ejemplo, Luis H. Arroyo, lo natural es lo mayoritario, es decir, se identifica lo natural con lo más frecuente.

Cualquier biólogo evolucionista podría explicarnos las escasísimas posibilidades de que la Naturaleza transitara los recovecos imprescindibles hasta llegar al "Homo Sapiens Sapiens" (que dicen que tiene la capacidad de pensar aunque nos surjan dudas justificadas al respecto). El propio itinerario de la evolución natural hasta llegar a nosotros, ha sido extraordinariamente improbable e infrecuente. Podría considerarse casi antinatural, y debido a lo complicadísimo de que se hayan dado las circunstancias necesarias para que estemos aquí, es por lo que los creacionistas creen inferir la presencia y necesidad de un Diseñador Inteligente.

Otro argumento para desterrar esa visión que identifica lo natural con lo frecuente consiste en preguntar a quienes la defienden si consideran a los marsupiales como naturales (pese a su infrecuencia en comparación con los mamíferos o los ovíparos). ¿Son naturales los diamentes? Lo normal es que el carbono tienda a aglomerarse más bien en otras formas, como por ejemplo el carbón. ¿Son naturales los agujeros negros? La mayoría de estrellas que colapsan no degeneran en ellos, sólo unas pocas. ¿Son naturales las especies de plantas exóticas mucho menos frecuentes que las plantas que consideramos "comunes"? ¿Son naturales los pigmeos pese a lo infrecuente de sus características físicas? ¿Son naturales las personas de ojos azules, que en muchas partes del planeta son menos frecuentes que los homosexuales?
Si por "antinatural" consideramos al minoritario, estaríamos ante un mundo mucho menos natural de lo que podríamos soportar. Y no sólo eso, todos seríamos radicalmente antinaturales en no pocas facetas. Es bastante más antinatural decretar ventajas y desventajas para los individuos según sus querencias sexuales, creo yo.

La otra cuestión tratada es la moralidad o inmoralidad de la sexualidad.

Desde aquí, tengo que reconocer que me sorprende mucho la opinión de algunos liberales al respecto. Cierto es que las suelen emitir sin tener la precaución de distinguir entre el exhibicionismo de la homosexualidad y la homosexualidad misma. Lo que ya denota que se han dejado ganar la batalla por los lobbys rosas al identificar a los últimos con todos los homosexuales.

La exhibición pública de la homosexualidad, frecuentemente es de mal gusto estético. Pero es que también lo es la exhibición pública de la heterosexualidad. Los desfiles y cabalgatas del día del orgullo gay muestran una comunidad gay hipersexualizada, tan sólo centrada en su actividad sexual y que reducen su libertad a una serie de clichés que no van más allá de una cierta liberación sexual como si ése fuera el único ámbito por el que una comunidad oprimida puede luchar.
Pero también la pandilla de varones heterosexuales que berrean en voz alta lo que le harían a tal o cual mujer suele ser un espectáculo tan lamentable como frecuente, y este lo solemos ver todos los días, singularmente los fines de semana de todo el año, sin necesidad de "Día del orgullo hetero" y en todos los ámbitos y lugares. No menos ridículas suelen ser esas hordas de mujeres que en fin de semana celebran despedidas de soltera llevando como atuendos adminículos de broma que simulan falos. Lo que pasa es que socialmente, la exhibición inelegante de la heterosexualidad está mucho más asumida y consentida -por frecuente- que la de la homosexualidad. Varones y mujeres heterosexuales que también cometen el error de reducir su personalidad a su actividad sexual y procuran presumir de ella todo lo que pueden, hay por doquier. A quien sólo considere de mal gusto ese mismo comportamiento por parte de los gays, sin duda es que no ha sido capaz de ponderar los ataques que al buen gusto de la estética pública perpetran permanentemente heterosexuales que no necesitan organizarse en lobbys, precisamente porque su heterosexualidad es mayoritaria.

Cuestión distinta es la de la moralidad de la sexualidad gay no exhibida públicamente. La mayoría de liberales que están de acuerdo con Moa han dejado bien claro (por ejemplo, Daniel Ballesteros) que no consideran perseguible legalmente esta actividad independientemente de la opinión moral que les merezca. Es obvio que no hay una sola moralidad en las sociedades abiertas como la que pretendemos ser (en las sociedades tiranizadas, la moralidad es decretada por el poder). Desde qué moralidad se opine es evidente que determinará la opinión. En este sentido, no es realmente la Iglesia Católica quien tiene capacidad hoy en día para imponer su opinión (incluso aunque lo deseara) sino el socialismo reinante, y en esto coincido plenamente con las expresiones de profundo desacuerdo que muchos liberales y padres han manifestado al quejarse por la Educación Sexual que se programa desde el Gobierno como ariete contra la autoridad paterna y la religión más extendida en nuestro país.

Ahora bien, considero que se entremezclan dos cuestiones que muchos no han sabido ver: la influencia de los lobbys gays y la decidida intención del Gobierno de ganarse para siempre su voto, con la práctica global de una cultura hedonista. Es muy complicado separar ambas cosas, pero la segunda es un movimiento mucho más amplio que el primero, más fácil de identificar.

El hedonismo reinante supone una tendencia al esfuerzo mínimo con la máxima recompensa (un concepto absolutamente económico, miren ustedes por dónde). También supone un reemplazo de no pocos valores tradicionales. Sencillamente, mucha gente hoy en día no quiere fundar una familia porque eso supone la adquisición de una serie de responsabilidades que limitan su libertad. Eso no es una cuestión española, ni siquiera solamente occidental (aunque mucho más intensa en Occidente, sobre todo gracias a una mayor prosperidad material) sino mundial.

En este sentido, ese hedonismo tiene su versión más intensa y simplista en la hipersexualización de la sociedad. El sexo es, realmente, un recurso barato, al que casi todos podemos acceder y que proporciona una satisfacción bastante inmediata y de considerable intensidad. Económicamente es un comodín: sirve para casi todo. No voy a abundar en la evidencia sobre lo frecuentemente que es usado el sexo para promocionar todo tipo de productos y servicios, incluso muchos que para nada están inicialmente relacionados con la sexualidad.

Este proceso de sexualización es mucho más complejo de lo que en esta entrada podemos analizar, pero tiene numerosas vertientes negativas, pese a que en parte surge de causas muy positivas (liberación de la mujer, movimientos iniciales de liberación del colectivo gay, un mayor conocimiento de la sexualidad humana y su influencia en la formación de la personalidad...). Como todos los procesos complejos y que duran generaciones enteras, podemos ver muchas luces y muchas sombras.

En lo que a la homosexualidad se refiere, coadyuva inicialmente a combatir la discriminación de los homosexuales, pero actualmente se lanza el mensaje de que en el sexo, si no has probado de todo alguna vez, eres poco menos que un conservador, un mojigato de mente cerrada.

Como vemos, una "pasada de frenada" de determinados movimientos loables, puede suponer que acaben limitando la libertad que inicialmente procuraban obtener y que les fuera reconocida. Una paradoja que ha ocurrido en no pocas ocasiones en la historia (por ejemplo, cómo los cristianos pasaron de perseguidos en perseguidores, si bien les llevó muchos siglos).

Este tipo de "pasadas de frenada" las vemos por doquier con movimientos como el feminista, la igualdad racial, la integración de los inmigrantes y ahora, los derechos homosexuales. ¿Solución? Considero que hay que combatir desde el liberalismo, tanto la discriminación negativa como la positiva, pero siendo justos y reconociendo que por lo general, la primera ha sido mucho más intensa y duradera. Considero que lleva una o dos generaciones salir de contextos sociales muy amplios, que nos toca vivir y que nos hacen pensar que lo que conocimos anteriormente va a romperse para siempre, pero luego, pasados unos años, vemos que ese catastrofismo era infundado.

Aunque no me pareció bien llamar a la unión homosexual "matrimonio", no considero que esa institución civil ampliada a los gays sea un peligro para Occidente ni vaya a corroer nuestra civilización (que se enfrenta a problemas más graves, sinceramente). La familia no es perfecta por ser de padres heterosexuales ni el matrimonio funciona mejor si es entre hombre y mujer. Cientos de millones de familias desgraciadas y de matrimonios equivocados a lo largo de la historia, pueden atestiguarlo.

En realidad, el individuo es tan complejo que su capacidad de adaptación a las instituciones suele ser mayor que la capacidad de adaptación que tienen las instituciones a la complejidad de cada individuo.
Habrá miles de matrimonios gays que no perduren, probablemente más que matrimonios de heterosexuales, ¿y? Lo único importante es que esa institución sirva de manera primordial a sus integrantes, considerarla importante según sirva a la sociedad, como si el colectivo fuera más importante que los individuos que conforman la institución, es un argumento profundamente socialista. Un matrimonio exitoso y positivo para quienes lo forman, rara vez será perjudicial para la sociedad.