sábado, 28 de febrero de 2009

La extraña victoria del PNV.

Mañana se celebran elecciones autonómicas vascas y pase lo que pase, el PNV habrá ganado. Puede ser una victoria total si logran formar gobierno o bien una victoria ideológica si el socialismo nacionalista del PSE-PSOE les arrebata la lehendakaritza.

Se supone que nunca había estado el nacionalismo vasco tan cerca de perder la hegemonía política, pero, ¿realmente supondría un relevo del nacionalismo el ascenso de Patxi López a Lehendakari?

En las elecciones autonómicas del 2001, PP y PSOE estaban comandados por Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros respectivamente. Si recordamos los postulados constitucionalistas de dichos ex-líderes y los que enarbolaba el PNV por entonces, llegamos a una diáfana conclusión: el PNV no se ha movido ni un ápice de donde estaba, salvo para profundizar en su nacionalismo de corte estatista y disimular los cimientos raciales de su ideología. El PP ha abandonado por omisión, aunque no siempre expresamente, muchos de los postulados y el PSOE ha cambiado de rumbo dando un giro de 180º.

Esta es la verdadera victoria del PNV. Una victoria aún más peligrosa que la electoral, por cuanto crea la ilusión de una alternancia ideológica y disfraza el omnipresente nacionalismo bajo siglas distintas.

¿Cómo ha logrado en vasquismo peneuvista esta enorme victoria de mucha más trascendencia que un resultado electoral? No hubiera sido posible sin recurrir a la médula espinal del PSOE: el odio a la derecha. Fue mediante la insidiosa identificación de España y el franquismo como los nacionalistas (no sólo los vascos) han logrado que mucho socialista se sienta incómodo por sentirse orgulloso de ser español. Después han utilizado otra identificación igual de dogmática, la del franquismo con el Partido Popular, si bien en esto es el propio PSOE quien ha abonado el campo a los nacionalismos periféricos. Atornilladas ambas falacias en la mente de gran parte del electorado (y sobre todo de los afiliados y los cuadros de mando) del PSOE, el resultado deseado acabaría cayendo como fruta madura. Si sentirse español te aproxima al franquismo y el heredero del franquismo es el PP, sentirse español y llegar a acuerdos con el PP en defensa de la Constitución, suponía acercarse al franquismo. Algo que en la mentalidad de un "socialista bien" resultaba abochornante. De ahí que la unidad de Mayor Oreja y Redondo Terreros levantara ampollas en los socialistas más anti-peperos.

Todo se desencadenó con la llegada a la Secretaría General del PSOE de Rodríguez Zapatero. Él es el ejemplo más vacuo de ese guerracivilismo de "todo vale contra el PP". En un escenario de gobierno del PP con mayoría absoluta, la alianza con los nacionalismos se le antojaba imprescindible para obtener el poder. El precio era la idea de España, algo que a Zapatero le parece un precio bajísimo, pues él no le da demasiado valor a esa idea (ni siquiera tiene una idea clara).

El fusilamiento político de Redondo Terreros fue inevitable; el encumbramiento de los "elorcistas" fue el siguiente paso. Odón Elorza, refiriéndose a su alianza de gobierno municipal en San Sebastián dijo que tener que pactar con María San Gil había sido "una de las cosas más desagradables por las que había pasado en su vida política". Curiosa declaración de un alcalde que tiene que ver casi a diario las algaradas y chulerías de los pro-terroristas, con cuyo grupo municipal pacta con frecuencia y a cuyas organizaciones paralelas recibe en su despacho y concede cuantiosos fondos públicos. Curiosas declaraciones de un alcalde que ha tenido que ir —en el desempeño de funciones políticas— a funerales por víctimas de atentados, o a mostrar apoyo a heridos y personas que han visto como eran asaltadas sus propiedades, un alcalde que ha visto cómo se asaltaban y quemaban sedes socialistas. Pero resulta que una de las cosas más desagradables de su vida política fue pactar y tratar la política municipal a diario con María San Gil. Curioso, insisto, porque gracias a ese pacto él podía ser alcalde.

Después, Zapatero puso a uno de sus imitadores autonómicos (Touriño, Tomás López amplían esta categoría) como jefe del PSE. Patxi López, el hombre que se reunió con Otegi para decirle que no se podía reunir con él hasta que renunciaran a la violencia. ¿Es surrealista o no?


Pero no hay que cargar las tintas exclusivamente en el PSOE. Con años de "retraso", el PP también se ha sentido avergonzado de ser coherente frente al nacionalismo. Igual que Redondo Terreros, María San Gil fue "fusilada" aunque con maniobras mucho menos evidentes. Iturgáiz y Mayor Oreja fueron exiliados a ese mastodonte burocrático que es el Parlamento Europeo y el PP perdió gran parte de su mordiente y solidez ideológica justo en la autonomía donde más podía presumir de ambas características.

No está claro que de poder gobernar con el PP y UPyD, Patxi López lo haga. El PNV ha venido votando favorablemente casi todos los Presupuestos Generales del Estado del gobierno de Zapatero. No me parece descabellado que a partir del lunes traten de vendernos una "Gran coalición" al estilo de Alemania. En lo ideológico (el nacionalismo) el PNV y el PSOE no están muy separados. El nacionalismo acaba desembocando en el colectivismo porque anula al individuo en pos de un ente superior colectivo y el socialismo desemboca en el nacionalismo por su condición de estatista y por la identidad de muchos resortes emocionales que ambos disfrazan de "ideología". De hecho, los planes de Patxi López en muchas cuestiones recuerdan al "Plan Ibarretxe" edulcorado y más hipócrita, sin llamarle a las cosas por su nombre para que el electorado socialista menos "anti-pepero" no se dé cuenta de los parecidos. La "Gran coalición" PNV-PSOE tiene varios precedentes y además sería un nuevo ejemplo del cumplimiento religioso del "Pacto del Tinell", por el que se sustituyó el "todos los demócratas contra e.t.a." por "todos (incluida e.t.a. si se porta bien) contra el PP". A nadie debería de extrañarle. Lo único que será definitivo es qué le será más rentable electoralmente al PSOE, si pactar con el PP o con el PNV. Todas estas cavilaciones en un escenario post-electoral en el que el PNV no pueda gobernar igual que en la legislatura ya moribunda.

En definitiva, el PNV puede perder la batalla de mañana, pero la "guerra" de la ideología parece tenerla encaminada con un PSOE que se pasó a su bando desde que llegó Zapatero y un PP que tras años de sitio, acoso y derribo, da claras muestras de resquebrajarse y no volver a ser lo que fue un día: la amenaza más seria a la hegemonía del nacionalismo como ideología en Euskadi.

jueves, 26 de febrero de 2009

La política como muestrario de patanes.

La política es quizá la única profesión para la que no es necesaria preparación.



Robert Louis Stevenson.



Una de las principales características de los políticos de las democracias occidentales, es su ignorancia. Hoy en día, ser político supone apuntarse méritos ajenos o coyunturales y evadir las consecuencias de los deméritos propios; consiste en tener contentos a los fanáticos propios pero lograr dar imagen de moderación al resto; implica medrar, aparentar lo que no se es, cambiar de opinión con frecuencia logrando no parecer incoherente sino hábil y buscador de consensos y conseguir que los rivales parezcan los extremistas cuando son coherentes y no modifican sus opiniones.



Los políticos toman una ingente cantidad de decisiones sobre cuestiones de las que no sólo no son especialistas, sino que son completos ignorantes. No me refiero sólo a cuestiones muy técnicas como obras públicas, inversiones en nuevas tecnologías e investigación o cuestiones sanitarias. Vemos políticos que son incapaces de reconocer su ignorancia y que fruto de que creen que su exposición pública les obliga a aparentar que tienen soluciones para todo, dan consejos sobre geopolítica con respecto a países que no saben situar en un mapa o la relación estatal con religiones de las que no conocen nada.



Cuanto mayor sea el grado de conocimiento público del político, más se siente impelido a aparentar que conoce de todo, que tiene ideas sobre todo, que no hay ni un solo problema para el que no tenga un abigarrado catálogo de soluciones. Tan sólo unos pocos políticos locales asumen sus limitaciones.



Esta necesidad de aparentar saber es especialmente acuciante en materia económica. No en la actualidad y debido a la crisis (que también) sino en todo momento. El motivo obvio es que de la Economía participamos todos. Continuamente tomamos decisiones económicas, escogemos unas opciones sobre otras en base a la expectativa de los resultados que esperamos y el coste que podemos asumir, siempre previa valoración (subjetiva, claro) de los datos y la información dispersa. De las decisiones económicas tomadas puede variar mucho nuestra situación, por lo que todos creemos saber algo de Economía. Y realmente, todos sabemos algo. Incluso los marxistas, aunque parezcan hacer lo posible por olvidar lo que saben.



Si un político es de izquierdas, en su afán por aparentar saber algo de Economía más pronto o más tarde desembocará en el marxismo.



Como tantos otros clásicos, Marx es mucho más citado que conocido. Su obra atrae a muchos, pero en ella se sumergen muy pocos. No deja de ser una actitud muy común. Pero es especialmente censurable en alguien que presuma de marxista.



Esto es lo que le ha pasado al coordinador general de Izquierda Unida. No sólo renuncia a su capacidad de inventiva, siendo incapaz de alumbrar algún pensamiento propio sobre la crisis, sino que se limita a coger una supuesta frase de Marx en "El capital" como el rabino que recita un versículo del Tanaj alegando la infalibilidad de la Palabra de Yavéh. Pero es que ni por esas.



Cayo Lara ha demostrado en pocos meses la altura y el rigor intelectual que podemos esperar de él. La frase que escogió como supuesta cita marxiana chirriaba a cualquiera que se haya asomado mínimamente a los textos del filósofo alemán. No contento con haber metido la pata, después de quedarse "con el culo al aire" va y suelta que si Marx no dijo aquello, seguro que lo pensó.



Toma ya.



La comparación que he hecho con el rabino no es casual. Realmente, a día de hoy (y ya desde hace mucho tiempo), el marxismo funciona como una religión. Este es un tema muy interesante sobre el que me gustaría volver en más ocasiones, pues da para mucho. Baste decir por hoy que la palabra del "profeta" se considera infalible por sus creyentes pese a haberse demostrado claramente sus yerros y torpezas (cuando no sus mentiras).



Cayo Lara no está intelectualmente por debajo de ningún político de nuestra época, o mejor dicho, casi ningún político de nuestra época está por encima suyo (y mira que no sería difícil), pero el comunista (o lo que sea, visto lo visto) ha sido un poco menos prudente. Se ha dejado llevar por sus ansias por invocar al profeta, en un intento de ser considerado su exégeta español y así unir a las distintas herejías marxistas bajo la agujereada túnica de sacerdote de Izquierda Unida. Para colmo, tras el error ha dejado pasar la excelente oportunidad de mostrarse modesto y se ha metido a mentalista retrospectivo, a lector de mentes de un cadáver (literal e ideológicamente).



Ya que Cayo Lara afirma tener el don de saber lo que le pasaba a Karl Marx por las mientes, ¿podría decirnos qué pensaría el autor del "Manifiesto comunista" de un líder comunista que desconoce su obra? Probablemente lo mismo que pensaría un profeta de un sacerdote de su secta que cita mal las palabras sagradas.



Y el bueno de Marx, en esto sí que acertaría.

lunes, 23 de febrero de 2009

La dimisión electoral de Bermejo.

Acaba de dimitir el que sin duda merece ser etiquetado como el peor Ministro de Justicia de la reciente democracia española.

Muchos son los "méritos" de Bermejo para semejante honor. Para empezar, su forofismo socialista le convertía en un hooligan mucho más preocupado de insultar al discrepante que de entablar relaciones de respeto mutuo entre el poder ejecutivo y el judicial. Y es que, como buen socialista, nunca creyó en eso de la división de Poderes.

Desde las asociaciones de fiscales ya fue reconocido como el fiscal más partidista de toda la Fiscalía. Fue este rasgo lo que hizo que Zapatero le viera como el hombre idóneo para el sesgo extremista que quería imprimir a su Gobierno. Ya desde dentro de la Fiscalía, las actuaciones de Bermejo ya respondían claramente a lo que podemos denominar como "labores de infiltración" del PSOE en el Poder Judicial. Si no creía en la separación de Poderes siendo fiscal, ¿cómo iba a creer en ella siendo Ministro?

Fue nombrado para forzar una remodelación del Poder Judicial a la que el PP logró resistirse poniendo sus esperanzas en las elecciones del 2008, pero que tras el fracaso electoral, ha resultado inexorable.


Fue nombrado para poner "firmes" a los jueces y fiscales, para promocionar a los puestos decisivos a aquellos magistrados fieles al PSOE, para que el virus socialista en el Poder Judicial no fuera una opción, sino una obligación, en definitiva, para capitanear el Partido Socialista Judicial. Y a fe que se aplicó a su labor con todas sus fuerzas. Junto con Rubalcaba trataba de taponar las fugas que hubiera por el proceso del 11-M (con éxito, por cierto) y junto a los medios pro-socialistas escenificaba redadas policiales contra miembros del Partido Popular (curiosamente, casi siempre en periodos electorales). Esas filtraciones imprescindibles para que hubiera cámaras y micrófonos en redadas en Mallorca, Murcia, Valencia y multiplicar la repercusión de las detenciones (aunque luego los acusados salieran libres sin cargos a los pocos meses) no han cesado y su último capítulo es la filtración de su dimisión, precisamente a La Sexta, la cadena amiga de Zapatero.

Pero si la labor de fondo de Bermejo era claramente antidemocrática y partidista, no menos repulsivas han sido sus formas. Siempre con la ofensa en la boca, ha llegado a componer versos (sin calidad poética alguna) para insultar al PP, se ha chuleado en el Parlamento como un matón de patio de colegio y ha soltado idioteces preñadas de odio como aquella de "Antes luchamos contra los padres y ahora nos toca luchar contra los hijos". No es una mera bravata, sino el resumen de la concepción guerracivilista de este individuo canceroso para nuestra Democracia. Un socialista-ultra más, que divide el país en "buenos" (ellos) y "malos" (todos los que no decimos "Amén" a su jefe o a él mismo).

Contra toda lógica, Zapatero lo ha mantenido en el cargo con las graves consecuencias para nuestra Justicia que todos sabemos. Al parecer le prometió que sería ministro durante cinco años, ya que Bermejo era reacio a aceptar el cargo faltando tan sólo un año para las elecciones. Desgraciadamente, Zapatero escoge cumplir algunas pocas promesas para presumir de ser un hombre de palabra, pero justo suele escoger las más dañinas para España.

La dimisión de Bermejo no hay que buscarla tanto en su labor de fondo como en sus errores estéticos y en la oportunidad que el PSOE quiere aprovechar para convertir en votos gallegos y vascos una supuesta imagen de ética gubernamental. Si no hubiera elecciones en 6 días, tendríamos Bermejo para rato.



No obstante, su marcha es una buena noticia, pero no creo que haya que tener esperanza. El PSOE no renunciará a su agenda de convertir el Poder Judicial en otro anexo, otro tentáculo de obediencia ciega a sus fines. El siguiente ocupante de la cartera de Justicia tendrá los mismos objetivos, que son los del Presidente del Gobierno. Sólo cabe esperar que procurará desempeñar tan venenosa función con menos excesos dialécticos y estéticos, es decir, "disimulando", apelando al diálogo precisamente para ocultar sus intenciones de imponer y segregar a los disidentes para convertirlos en culpables, en opositores al "progreso" y al "consenso".

Bermejo se va; su jefe rentabilizará su marcha para poder seguir haciendo lo mismo.

miércoles, 18 de febrero de 2009

¿Qué te creías, Rajoy?

Tras el trauma nacional (para unos más que para otros) de la masacre del 11-M y los nauseabundos intentos de capitalización política de la masacre (por parte de unos más que por parte de otros) la legislatura anterior, el PP estableció una serie de pilares en su política de oposición. Tras la pérdida del poder, la esperanza que aglutina a un gran partido suele ser -más que las ideas- la expectativa de poder. No era una expectativa ridícula. El PP conservaba gran poder local y autonómico, estaba al borde de la mayoría absoluta en el Senado y Zapatero era tan inexperto y temerario en sus actuaciones que era probable esperar un cambio de tornas electorales.


Salvo por un detalle que al PP siempre parece escapársele: que en España, el cuarto poder es el primero y es capaz de hacer bailar a los otros tres al son que decida ensayar. Perder de vista este lamentable axioma de nuestra democracia le costó al PP las elecciones del 2004 tras la masacre. Curiosamente, no aprendieron nada. Aznar, en un rapto de lucidez, decició aludir claramente al GRUPO PRISA en una entrevista en Telecinco poco después de la debacle electoral, pero denominó a la empresa de la familia Polanco "Poder Fáctico Fácilmente Reconocible" sin reparar en que muchos españoles no estaban para eufemismos así como que ese poder había sido amablemente alimentado y protegido por él durante años. Curiosamente, la tardía y escasa valentía de Aznar fue contraproducente para el PP. Dicho partido -empecinado en obedecer a sus enemigos para que no le tacharan de extremista- dio por hecho que poner el acento sobre la desequilibrada balanza mediática en su contra suponía "algo del pasado que había que superar" sólo por el mero hecho que de Aznar lo había comentado.


No obstante, como digo, se establecieron varios fundamentos de la política de oposición:


1) La intención de acabar con e.t.a. eliminándola, ganando la batalla (no empatándola).


2) La defensa de una cierta idea de España como ente nacional donde los ciudadanos deben ser libres e iguales independientemente de su lugar de nacimiento, residencia y lengua materna.


3) Un rechazo al giro de 180º de la política internacional de Zapatero, consistente en abrazarse a dictaduras y alardear de tolerancia superficial con esa vacuidad llamada "Alianza de Civilizaciones".


4) Una tibia e insuficiente defensa del sistema democrático español, escenificada en la renuencia a entregar por completo el Poder Judicial al PSOE (si bien no apostando por su independencia, que es lo que se debería).



Tras la segunda derrota del PP y Rajoy en el 2008, el líder popular parece convencido de que para gobernar España, hay que parecerse al PSOE. Los pilares de actuación de la legislatura pasada han sido dinamitados.



1)En cuanto a la política antiterrorista, Rajoy ha abandonado la exigencia de que el PSOE cumpla el Pacto por las Libertades y Contra El Terrorismo que el propio Zapatero siempre ha presumido de haber ideado (y eso que lo traicionó incluso antes de ser Presidente). Ha logrado eliminar al bastión personal más descollante en la lucha ideológica contra el nacionalismo -María San Gil- haciendo que el PP sólo pueda aspirar, en el mejor de los casos a ser la muleta de Patxi López.



2) La defensa de una cierta idea de España estaba condenada al fracaso porque el PP nunca tuvo clara esa idea (lo de "cierta" es por aproximación, no por certidumbre). Quedó claro con el estatuto valenciano, el andaluz, el "galleguismo genético" del que presumía Núñez Feijóo y el catalanismo del PP mallorquín. Los movimientos en el País Vasco y en Cataluña reorganizando el partido para poner direcciones mejor vistas, cuando no aplaudidas por los nacionalistas, indican ese empeño del PP por parecerse al PSOE y poder decir en cada sitio una cosa.



3) La oposición a la política exterior sigue más por inercia que por convicción, como muestran el arrobamiento adolescente que algunos líderes populares muestran por Obama y el tono bajito con el que han pasado a criticar las continuas torpezas de Moratinos.



4) La defensa de la democracia vista como un sistema de "check and balances", imperio de la Ley y división de poderes, ha pasado a mejor vida vistos los tejemanejes en Madrid por manejar Cajamadrid a dedo puro y duro y el pacto sobre (contra) la Justicia perpetrado por Rajoy y Zapatero.



Y luego se sorprenden de que UPyD se dispare en las encuestas.



Rajoy quizá pensaba que con una crisis del calibre que vamos a tener (lo peor no ha llegado) el Gobierno caería en sus manos como fruta madura. De nuevo subestima al cuarto poder (insisto, en realidad es el primero y casi único). ¿Se piensa que el PSOE asumirá la pérdida del Gobierno cuando creen que este les pertenece casi por decreto? ¿Se piensa que por hacer lo que en el PSOE quieren que haga dejarán de usar a Garzón en vísperas electorales? ¿Se piensa que con la masiva infiltración del PSOE en la judicatura y la Fiscalía se abstendrán de manejar cuidadosamente los tiempos para destapar a los corruptos del PP justo cuando mejor le venga al PSOE?



¿Qué te creías, Rajoy? ¿Que de repente te iban a perdonar la vida? ¿Te creías que aceptarían una alternancia sin más y que "te llegaría el turno"?



Si realmente creías todo eso, enhorabuena: has cumplido las expectativas de quienes quieren que el PP sea aquello en lo que lo estás convirtiendo, una excusa para que uns sistema democrático podrido presente una carátula de democracia al aparentar el PP ser una opción de alternancia estética, pero no real. En definitiva, cuando alguien se convierte en un peón de su adversario sin darse cuenta de que lo es, merece que le pongan el calificativo de tonto útil.



Y me imagino lo duro que debe ser sentirse el tonto útil de un bobo solemne.

martes, 3 de febrero de 2009

La piragua y el portaaviones.

"Hemos metido una piragua entre dos portaaviones".




La frase fue dicha por Rosa Díez tras el vendaval de bipartidismo que supusieron las elecciones generales de marzo de 2008. Con unos resultados que superaban las mejores expectativas, UPyD se colaba en el parlamento con un único escaño para su fundadora y voz principal. Desde entonces, el sesteo del Gobierno ante la situación económica, el giro a ninguna parte del PP con sus crisis sucesivas y la continuación de la política cicatera de los nacionalistas en las Cortes, han dejado el campo libre para que Rosa Díez se erija como la novedad parlamentaria más relevante de las últimas 3 legislaturas.


Por sistema se suele otorgar el título mediático (más que honorífico, puesto que es un título que sanciona la derrota electoral) de "líder de la oposición" al jefe del partido político opositor con más escaños. Sin embargo, hoy por hoy, ese título corresponde a Rosa Díez.


-Porque no ha dado tregua al Gobierno en su desastrosa gestión económica, pero sin centrar todas sus críticas en dicha gestión, como parecen haber apostado torpemente en el PP.


-Porque no ha dado tregua al Gobierno en cuanto al abandono de la idea de nación según barriten los nacionalistas de uno u otro territorio.


-Porque no ha dado tregua al Gobierno en aquello que el PP ha decidido olvidar para que no le tachen de extremista (como si no le fueran a tachar de ello haga lo que haga): la política anti-terrorista, que para realmente merecer ese nombre, debe perseguir la eliminación de la banda asesina e.t.a. (me niego a poner ese repugnante acrónimo en mayúsculas) sin que esa eliminación suponga la consecución de uno solo de los fines de la banda.


-Porque no ha dado tregua al Gobierno en cuando a los tejemanejes dirigidos a convertir nuestra ya macilenta democracia en un traje hecho a medida del PSOE y sus socios más extremistas, en ocasiones con la colaboración del PP, como en el vergonzante pacto sobre el Poder Judicial.


-Porque todo ello UPyD lo ha logrado a pesar de los ataques feroces de los dos grandes partidos políticos (los portaaviones) y sus conglomerados mediáticos afines.


Sin duda, la piragua de UPyD no tiene posibilidad alguna frente a los portaaviones en mar abierto (elecciones generales) pero la maniobrabilidad de la piragua en cursos de agua menores (temas del día a día que se anclan en los principales referentes ideológicos de la gente) es una pesadilla para esos dos mastodontes que de tanto odiarse cada vez se parecen más el uno al otro.


La piragua le va ganando la carrera al portaaviones de su derecha. Y sin duda este aún es capaz de desplazar mucho más caudal que su diminuto contrincante, pero debería pensar por qué muchos de los que antes iban a bordo del portaaviones -aunque fuera a regañadientes y como mal menor- ahora prefieren coger el remo y ponerse a dar paladas al agua en una piragua tan escueta de espacio como repleta de frescura.