En la fabulosa trilogía de "El Señor de los anillos" y en otros libros que Tolkien nos regaló sobre la Tierra Media se menciona al menos en dos ocasiones la curiosa expresión de "El Daño de X", siendo "X" el nombre propio de un personaje. Una es "el Daño de Durin", refiriéndose al Balrog que junto con Gandalf el Gris protagoniza una de las escenas más significativas y estéticas de la trilogía. Otra es "el Daño de Isildur", nombre genérico que se da al Anillo Único ya que fue Isildur quien se negó a destruirlo tras arrebatárselo a Sauron.
Desde una óptica mucho más terrena, podemos emplear esa expresión para numerosos personajes históricos cuya influencia en el mundo ha sido nefasta. Pero no es mi intención catalogar aquí a los peores genocidas de la Historia ni a muchos filósofos que si vieran cómo se manipularon sus pensamientos puede que prefirieran habérselos callado (Marx y Nietzsche, por ejemplo). Prefiero fijarme en la obra de una figura secundaria pero preeminente en su campo de conocimiento: la Economía.
Hablo de Paul A. Samuelson y también de William D. Nordhaus, autores de uno de los manuales de Economía más exitosos e influyentes del siglo XX.
Los perjuicios causados a cientos de miles de estudiantes de Economía por este manual son difíciles de evaluar con sencillez. No cabe poner en duda la buena voluntad de dichos profesores, ni su intención de acercar una disciplina compleja a millones de personas simplificando (muchas veces en exceso) los entresijos de la que Mises definió como "la más joven de todas las Ciencias". Ha sido el manual más recomendado y exigido en universidades occidentales, el más vendido y comentado, el libro de referencia para muchos estudiosos que iniciaban su escalada de la montaña del saber económico. No es exagerado decir que a niveles universitarios, estudiantiles y de formación inicial en la Economía, es el libro más influyente del último medio siglo.
________________Ahí lo tenéis: ¡¡El Daño de Samuelson!!
De la misma manera que podemos torcer el tronco de un árbol si lo desviamos de su crecimiento natural en sus primeros años de vida, forzando la verticalidad del tronco incipiente y curvándolo, así podemos desviar la capacidad de análisis del economista si en los inicios de su formación le obligamos a basarse en una metodología errónea y en premisas falsas.
Para empezar, el famoso manual de Samuelson abraza numerosos paradigmas neoclásicos que hablan de una economía en equilibrio o en constante tendencia a él, ignorando la especificidad de la acción humana. Se toma a los agentes económicos como agentes químicos que reaccionan en vez de actuar. Se les priva de la iniciativa inherente a la creatividad humana y al pensamiento empresarial, que son los dos impulsos que hacen girar el mundo y progresar a la Humanidad. Se parte así de dos bases erróneas:
1) Subestimar al ser humano.
2) Considerar que toda la información está dada o es cognoscible en su totalidad por alguien.
Hayek ya demostró que la información está dispersa y no es posible reunirla por un único agente económico, la omnisciencia en la Economía no es una opción y las aparentemente perfectas funciones de Jevons, Marshall y sobre todo, Walras, proyectan con la ayuda de la Matemática una ficticia realidad estática que esconde el dinamismo inherente a la actuación inevitable del ser humano.
He aquí otro de los errores del libro de Samuelson: la profusión de gráficas, curvas, funciones, ecuaciones y demás aparato matemático que destierra las aportaciones sociológicas, psicológicas y praxeológicas. Se usa la Matemática como corset, no como combustible. Se circunscribe el método epistemológico a aquello que pueda ser reducible a ecuaciones inmutables. Se pretende, por tanto, hacer de la Economía un remedo de las ciencias naturales. Esta pulsión cientista consigue justo lo contrario de lo que se propone, pues mutila la economía y no la dota de más precisión sino que la limita y lo que es peor, la deforma y guía por vericuetos que desembocan en el error. Y dichos errores tienen una influencia mucho mayor que las teorías erróneas sobre cómo evolucionan las especies o se desencadenan los cataclismos cósmicos de las supernovas, quásares y púlsares. Estos errores se traducen en decisiones políticas perjudiciales para las vidas y expectativas de cientos, sino miles de millones de seres humanos. De nuevo Hayek indicó que "un buen economista no puede saber sólo de Economía". La escuela austríaca ha demostrado la limitación de la Matemática y el método cientista a la hora de ser aplicado a realidades tan complejas como las que estudia la Economía.
Otro de los errores del manual de Samuelson y Nordhaus es la postura de superioridad que adopta. Puede parecer normal cuando se trata de una obra introductoria a la Economía y que intenta iniciar al lego en la materia en los principios básicos de la disciplina. Es de suponer que se traten aquellas cuestiones indubitadas y concienzudamente probadas como ciertas, dejando a obras más profundas y complejas la elaboración de tesis aún no consideradas axiomas y la participación en debates abiertos o de resultado incierto. Pero precisamente porque el lego en la materia está mucho más indefenso para protegerse de las tesis erróneas, es mucho más grave que sea un manual de introducción a la Economía el que postule como indudables numerosas tesis discutibles cuando no abiertamente falsas.
Por ejemplo, en dicho manual aparecía la famosa "paradoja de la frugalidad" (desaparecida en las últimas ediciones sin que se explique si dicha ausencia supone la aceptación de un error o al menos un cambio de opinión) que pretendía culpar al ahorro excesivo de la constricción de la demanda agregada y de la ausencia de crecimiento económico. Se instilaba así en la mente de las personas que se iniciaban en el estudio de la Economía con este manual, la visión de que existe una cantidad de ahorro deseable que es cognoscible por un organismo central de mejor manera que por el individuo. Gracias a los postulados defendidos en este manual, miles de profesores de Economía les venden la moto a los alumnos indicando que una inflación moderada es consustancial al desarrollo económico y que es beneficiosa (ignorando el origen intervencionista de la inflación) o bien se indica que los ciclos expansivos y recesivos son inevitables (y no causados por la injerencia estatal) y que es misión del Estado dulcificarlos y procurar transiciones suaves entre las fases del ciclo. Por supuesto, se pone como axioma la función del Estado y de los Gobiernos como planificador de la Economía, se culpa a la "excesiva" libertad del mercado de numerosas desgracias y se encumbra a Keynes y su "Teoría General" como el cénit del pensamiento económico.
Incluso dicho manual llegó a defender la viabilidad del socialismo a pesar del evidente fracaso del mismo. Esto puede entenderse como un grave error intelectual antes de la caída del socialismo real a finales de los 80, pero cuando varias ediciones posteriores a dichos eventos históricos han mantenido el error, sólo cabe pensar en testarudez rayana en la arrogancia. Evidentemente, Samuelson nunca debió de creerse las estadísticas extremadamente manipuladas que la Unión Soviética propalaba como pruebas de su "éxito planificador".
Con este panorama, es inevitable que muchos economistas cuyo primer contacto con la ciencia que pretenden dominar ha sido a través del manual del Samuelson, sean irrecuperables desde un punto de vista ideológico. Asumiendo las enseñanzas del "Daño de Samuelson" es normal que muchos que se autoproclaman expertos económicos pongan en la función planificadora del estado sus esperanzas de salir de la crisis económica (sobre todo la suya particular, ya que el político les procurará un buen sueldo de funcionario si justifican la injerencia política de manera sistemática). Es normal que muchos economistas defiendan premisas falsas y supersticiones keynesianas, puesto que son como árboles cuyos troncos han sido forzados desde tierna edad para procurar su desviación. Y no sólo hablo de economistas, sino de muchos que -como yo- estudiamos el tochito de Samuelson en la universidad creyendo que aprendíamos conceptos e ideas sobre las que no cabía duda porque "eran científicas" y estaban contrastadas empíricamente (después de eso, dependerá del interés de cada uno en comprobar si lo estudiado es cierto o falso y en seguir aprendiendo, pero los aires de certeza que se exhalan por los catedráticos disuaden de ejercitar el sano hábito de dudar de lo aprendido). En todo el planeta, millones de universitarios de todas las ramas del conocimiento han visto limitado su contacto con la Economía al libro de Samuelson, lo que es definitivo para que las élites culturales de diversos campos del conocimiento tengan preferencias intervencionistas y una destacada desconfianza respecto al libre-mercado.
Es, sin duda, un daño que explica cuán difícil es exponer las ideas del liberalismo ante personas a quienes se les supone una mente algo más abierta y unos conocimientos básicos suficientes para entablar debates.
Estimado Nightcrawler, te he localizado por tus agudos comentarios liberales en el blog de mi amigo Fehergón.
ResponderEliminarMe has copado el break matutino (5 minutos) por este FABULOSO artículo tuyo, completamente desmitificador y preciso.
Yo he accedido al pensamiento de Hayek a través la Filosofía, puesto que mis fundamentos económicos no son ni mucho menos amplios. LO que sí resulta evidente es que éstos (los austriacos) inauguraron un nuevo paradigma en teoría económica cuyos límites fueron superando hasta llegar a la crítica del estado y de sus modelo de organización.
Te incluyo en mi lista de blogs.
Un cordial saludo.
Gracias, J. Rogelio por tu amable comentario. Lamento haber tardado tanto en responderlo pero he estado bastante alejado del blog desde antes de las fiestas y apenas entré para publicar.
ResponderEliminarEl acceso al pensamiento de Hayek desde la filosofía es todo un trampolín para asimilar el pensamiento económico austríaco prescindiendo de múltiples trampas neoclásicas (y no pocas marxistas). La Economía, como ciencia del hombre, sería una parte de la Praxeología como ciencia global de la acción humana. Se construiría así una disciplina basada en axiomas y en argumentaciones lógico-deductivas. Vamos, que lo que muchos economistas no saben explicar o lo vuelven infumable, los austríacos lo convierten en algo sencillo y que sólo requiere pensamiento crítico y un poco de atención (para nociones básicas, otras cosas más complejas, pues son más liosas, claro).
Muy interesante tu blog, espero aprender cosas cuando pase por él de vez en cuando.
Saludos.