Algún día prometo meterme a saco con el cochambroso concepto de "derechos sociales" implantado en nuestra sociedad, una aberración consistente en creer que la economía es un juego de suma cero y que por tanto la cooperación esencial en el capitalismo a través de intercambios fructíferos para las partes, es imposible y que para que uno gane, otro debe perder. Curioso que se critique al capitalismo como un sistema egoísta cuando es el socialismo quien impulsa a ganar derechos siempre a costa de otro, verdadera lacra del pensamiento dominante.
Por ahora me detengo en uno de las muchas manifestaciones de esta cochambre ideológica: las huelgas antisociales, es decir, aquéllas que perjudican a la sociedad, perpetradas por un sector de la población de ínfimo número pero con enorme capacidad para perjudicar a muchos.
Siempre que se anuncia tal o cual huelga, entre las supuestas causas hemos de soportar los topicazos acerca de que se pretende "defender derechos sociales y laborales", lo que suele suponer, como ya he dicho al principio, que otro con menos capacidad para perjudicar a la sociedad, aguante exigencias y sufrague los privilegios de unos pocos. Si esta cesión de unos en favor de otros no se produce, los huelguistas amenazan con perjudicar, legal o ilegalmente, al mayor número de personas, no sólo a la otra parte a quien se le exige su cesión, sino sobre todo a la sociedad que quede en medio, con la esperanza de que ésta presione para que las exigencias sean aceptadas sin discusión.
Los sindicatos, esos filántropos creadores de empleo, han anunciado una huelga en el Metro de Madrid para los 3 primeros días de la semana próxima. Para que nos vayamos concienciando los usuarios, ya han dicho que "es posible" que cumplan los servicios mínimos el primero de los días de huelga (porque son así de majetes y buenas personas) pero que de ninguna manera los cumplirán los otros dos días siguientes. Ale. Con dos co...
Por si eso fuera poco, desde que se ha puesto fecha a la huelga, el suburbano está padeciendo sospechosas incidencias en su funcionamiento. Vamos, sospechosísimas, como quedarse parado dos minutos en una estación con los andenes vacíos cuando ya no queda nadie por apearse o por subir de los vagones. O paradinhas en medio de los túneles. O una sensible ralentización de la velocidad en los trayectos. Claro que esa circunstancia puede ser causada por cuestiones del tráfico en otros puntos de la línea. Lo que mosquea es que esas incidencias, ocasionales casi siempre, sean sistemáticas y muchísimo más abundantes (en una proporción, según mi juicio de usuario de todos los días, de diez a uno) justo tras el anuncio de la huelga.
Más indicativo es que este procedimiento de huelga encubierta no tiene nada de nuevo. Llevo 7 años residiendo en Madrid y hay huelga del Metro todos los años, como mínimo una vez, y siempre hacen lo mismo. Singularmente virulenta fue la huelga (claramente política y electoral) de las elecciones autonómicas y municipales del 2007. Con la clara intención de coadyuvar a echar a Esperanza Aguirre de
Ahora, padecemos lo mismo. Y como yo tengo un largo trayecto de mi casa al trabajo, pues un minutito aquí, un trayecto a velocidad de asno entre tal y cual parada, una larga pausa para visionar las humedades de los túneles aquí y allá, tengo que salir de mi casa con más de un cuarto de hora de antelación con respecto a mis horarios normales. Y de aquí a la huelga, sólo puede ir a peor. Y como no se les conceda lo que piden, seguiremos con este tipo de huelga encubierta semanas enteras. Y si yo llego tarde un día al trabajo, Metro no se responsabilizará, alegando que no ha habido incidencias declaradas y el sancionado seré yo.
Luego se gastarán nuestros impuestos en promocionar el transporte público para combatir el calentamiento global y se quejarán de la irresponsabilidad de aquéllos que viajan en coche yendo solos, obviando la comodidad que te otorga esa posibilidad frente a un servicio semipúblico donde se tolera, cuando no se promociona, la ineptitud laboral.
Hace dos años -coincidienco con
Sinceramente, cada vez que sale uno de estos acomodados de los sindicatos hablando de la defensa de derechos sociales, es para echarse a temblar. Insisto en que el liberalismo es una lucha contra los privilegios injustos, entre muchas más cosas. Pocos privilegios son más contraproducentes para el interés social que el que se concede a estos grupúsculos nada representativos e inexplicablemente influyentes en nuestro tiempo.
Tocayo Díez, aparte de haber hecho un feliz descubrimiento al encontrar este blog, veo que estamos muy cerca, sobretodo en lo concerniente a los mal llamados sindicatos. Creo que 'perderé' tiempo viendo tus cosas y comentando. Enhorabuena por lo que he visto de momento. Salud y trabajo.
ResponderEliminarAy coño ¿ya te seguía? estoy para hacérmelo mirar...
ResponderEliminarEstimado tocayo, gracias por tu apreciación y claro, estoy encantado de tenerte como amigo con mesa reservada. Por supuesto que intentaré merecer tu atención y devolvértela, aunque estoy pasando por una etapa de exilio forzoso de internet que me impide escribir en el blog como querría. Es una satisfacción volver y encontrarse comentarios como el tuyo. Un saludo cordial.
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