"En tiempos revueltos, mejor no hacer mudanza", reza la sabiduría popular en uno de los asertos del interminable refranero español. Sin embargo, cuando el fracaso se instala como una costumbre insoslayable, es impresincidible plantearse las bases ideológicas que nos han llevado a una crisis que ya ha perdido el adjetivo de "cíclica" y que a todas luces tiene la característica de endémica y estructural.
En muchas entradas en este blog, he defendido la idea de que ha sido una gran desgracia para España que la crisis financiera internacional haya provocado el afloramiento definitivo de nuestros males autóctonos. Ha sido algo así como si una grave gripe ocultara los dolores producidos por una metástasis. Es lógico que el Gobierno haya querido echar la culpa a otros, dispersando responsabilidades en el contexto internacional o achacándoselas a figuras pretéritas que han logrado anatematizar en lo que Jung denominaba "el inconsciente colectivo" (preferiblemente, Bush y Aznar). Menos lógico y bastante más lamentable es que muchos que no defienden ni se sienten representados por este Gobierno hayan interiorizado la superficial explicación de que los dolores padecidos se deben a esa grave gripe de la que nos hemos contagiado como todos y no a nuestra enfermedad patria: estatismo socialista allá donde miremos, falta de formación a todos los niveles, impopularidad del esfuerzo y de la meritocracia y demonización de la competitividad y del libre mercado.
Pese a lo negro de la situación, creo reconocer algunos "brotes verdes", muy distintos a los que aparecen en las alucinaciones de la Ministra de Economía (recordemos que, junto al infame diario zapateril "Público", dijeron hace 15 meses que ya estábamos saliendo de la crisis).
Fíjense en este ideograma chino:
Ambas versiones se usan indistintamente para referirse a dos conceptos: CRISIS y OPORTUNIDAD.
Los que nos consideramos liberales llevamos ya varios años (unos pocos) y muchos años (otros pocos más veteranos) señalando como culpables de nuestro marasmo social, ideológico y económico, una serie de cuestiones. A saber: el solapamiento de los niveles administrativos, la renuncia al esfuerzo como base del éxito, la hipertrofia estatal, la inevitable apropiación del interés general por los politicastros, la corrupción como sistema político isntaurado e inapelable, la nula separación de poderes, los ataques sistemáticos contra el capitalismo, el socialismo como religión y creencia obligatoria de la sociedad, la doble moral contra las religiones autóctonas y a favor de las versiones más destructivas de las foráneas, la ambivalencia de los hechos según los lleven a cabo unos u otros, el gasto público desaforado, la falta de ideas y aún más falta de ideología, la ignorancia como requisito para una existencia sólo feliz en apariencia pero en realidad, indolente...
Y por ahí es por donde veo timidísimos brotes verdes: en las ideas. Ha tenido que llegar una crisis internacional que nos suma en una más grave pero nacional para que por fin se escuchen con una asiduidad aún escasa pero mucho mayor que nunca antes, voces criticando el Estado de las Autonomías. Incluso tenemos a un gobierno del PSOE que -aunque reconoce que obligado por otros- se atreve a hacer recortes impopulares. Son diminutos cambios, seguramente transitorios, pero que deberían ser aprovechados por los liberales para meter la cuña de un ideario sólido y sistemáticamente ignorado porque a los poderosos en España (grandes empresarios y sindicatos) no les interesa nada que huela a verdadero capitalismo, competencia, libre mercado e igualdad de oportunidades. Ambos sectores luchan entre sí, pero sólo para arrancarse privilegios legales el uno al otro. El liberalismo es, en esencia, una lucha contra los privilegios injustos. Por eso, nada hay más revolucionario que ser liberal.
La gente, cuando habla de cambio, habla de que un partido suceda a otro al frente del Gobierno. Eso, hoy en día en España, es un cambio apenas cosmético. Desechado el PP como verdadera alternativa ideológica al PSOE, el verdadero cambio es el que empieza por las ideas, las que manan de los individuos que ansían sentirse libres para algo más que pagar impuestos y votar cada 4 años a unas listas cerradas de unos partidos endogámicos y liberticidas.
Los brotes verdes no germinarán sin extenderse de la manera más complicada, pero también la más eficaz: el boca a boca, o el "cerebro a cerebro". Nuestra libertad está en juego. ¿Acaso no merece la pena dar batalla por ella? Sin ninguna duda, si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos consiguiendo lo que estamos consiguiendo: reducción de las libertades individuales, aumento del estatismo y la injerencia gubernamental en nuestras vidas.
Es hora de probar a hacer algo distinto. Es hora de cambiar, pero no de siglas políticas, sino de algo mucho más fructífero y poderoso: las ideas.
Pocas dudas
Hace 2 días
Cierto, las ideas son decisivas. Desgraciadamente, las ideas más divulgadas no son nunca las mejores. Las ideas más divulgadas son la opinión pública, un cuerpo invisible pero potente, que se resiste a los cambios o los lleva sobre sus hombros.
ResponderEliminarY es en esa batalla, Luis, donde yo sí creo ver algunas briznas verdes: se está criticando el Gasto Público más que nunca, se plantea ¡por fin! el sistema autonómico y hay más "run-run" que nunca sobre cuestiones como el piramidad sistema de pensiones públicas. Sin duda, sería necesario mucho más debate, pero cuando el que había antes era cero patatero, cualquier incremento de ese debate es bienvenido.
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