Al contrario de lo afirmado por la pseudo-ensayista Naomí Klein en su libelo "La doctrina del shock - El auge del capitalismo del desastre" cada crisis social, nacional o internacional es aprovechada para instaurar un mayor intervencionismo y acogotar al librecomercio.
Así fue con las dos guerras mundiales y numerosas revoluciones, desastres naturales, desmembramientos de imperios, recesiones económicas (El New Deal es el ejemplo por antonomasia) y tantos eventos críticos que hacen que este aserto me parezca incuestionable, por lo que no gastaré más tiempo en él.
Por contra, la Libertad de mercado suele florecer en épocas de paz. Liberados de las angustias bélicas o los odios intestinos que corroen países y continentes, los seres humanos tienen una clara tendencia a colaborar e intercambiar. Commercium est pax, como se reseña en el puerto de Amsterdam
Como cabía esperar, la actual crisis económica internacional no iba a ser una excepción. Más bien al contrario, parece que todos los enemigos del mercado libre vean en la actual recesión su mejor oportunidad, su ocasión histórica para asestar el golpe de gracia al capitalismo. Para ello, la primera falacia que deben imponer es que vivimos en un planeta donde reina el capitalismo desbocado, a sus anchas, sin límites. Qué más quisiéramos algunos. Más de la mitad del PIB mundial pertenece al sector público. La siguiente falacia resulta obvia si aceptamos la primera: el capitalismo desaforado nos ha llevado a la actual situación.
El corolario inevitable es que se debe poner una camisa de fuerza al capitalismo. ¿Y quiénes van a ser los sacrificados voluntarios para aherrojar al monstruo que (según ellos) nos ha llevado a la crisis? Pues junto con Sarkozy, que ya dijo que "había que refundar el capitalismo sobre principios éticos" (demostrando su ignorancia tanto sobre el capitalismo como sobre la Ética) y Obama, parece querer destacar Gordon Brown.
El Primer Ministro británico que va a llevar al laborismo a la oposición merecidamente, ha tenido a bien aburrirnos con las frases de siempre en una reunión que la progresía internacional ha perpetrado en Chile. Dice Brown:
"[Hay que] rehacer las reglas que regulan los Estados y los mercados". "Tenemos que empezar nuevamente y rehacer nuestras instituciones; necesitamos nuevas reglas para este orden global, porque un mundo sin reglas no funciona [...]"
He aquí la fatal arrogancia que decía Hayek. Menger y algunos de sus seguidores intelectuales más descollantes, demostraron que gran parte de las reglas que cohesionan la sociedad son el resultado de un complejísimo desarrollo evolutivo no dirigido sino participado por millones de personas. Ningún "comité de sabios" (expresión lamentablemente en boga hoy en día para designar a unos ganapanes usados como coartada para emitir dictámenes que avalen lo que el poder desea realizar) puede aglutinar y mucho menos analizar todo el conocimiento necesario para elaborar una normativa global. Es de suponer que Brown no pretende empezar de cero, pero su opinión parece surgir —como señalé antes— de la certeza de que propone algo nuevo, como si lo que dice no fuera lo que se lleva intentando hacer desde hace décadas (y más).
Pero además, el premier británico sabe de dónde ha de venir la luz que nos ilumine:
[Y] tenemos que hacerlo con los valores progresistas".
Porque como ya se sabe, sólo los progresistas se interesan por los pobres:
El primer deber de los progresistas es para con las personas que tienen más necesidades. [...]si los progresistas no lo hacemos, nadie más ayudará a los más pobres"[...].
Y es que los que no nos consideramos "progresistas" (aunque estamos seguros de defender el verdadero progreso y no su vacuo concepto propagandístico), somos malas personas que en el mejor de los casos sentimos indiferencia ante la desgracia ajena, claro.
Como ya hemos dicho, Brown ni se plantea que quien ha causado la crisis no es el mercado sino quienes lo asfixian
Por eso puede decir cosas como:
"[No hay que pedir] más Estado y menos mercado", sino Estado y mercado [...] Las instituciones globales creadas en los años cuarenta son absolutamente incapaces de resolver los problemas de hoy".
Mira por dónde, estoy de acuerdo en lo que dice sobre las instituciones globales creadas tras la II GM, pero por los mismos motivos que él. Mientras que él pretende algún tipo de "super-instituciones mundiales" de las que —por supuesto— no parece mencionar que ssus miembros sean elegidos por los ciudadanos, otros pretendemos que haya menos instituciones y más lógica. Eso que dice de "Estado y mercado", muchos lo firmaríamos, puesto que supondría que hubiera mercado y no "estatismo disfrazado" como el que tenemos.
"Debemos darle una nueva forma al mundo, éste es el desafío que esta conferencia debe encarar"[...]".
He aquí de nuevo esa fatal arrogancia: rediseñemos el mundo. Nada de orden espontáneo, nada de confiar en las interacciones atomizadas de millones de personas libres. Todo organizado desde arriba.
Pero por si teníamos dudas de la calaña intelectual de este mandamás, nos deja claro a qué se tiene que dedicar ese supergobierno mundial:
"[Brown considera]"absurdo" que en 2009 no haya una institución global que dé respuesta a los problemas de financiación con mecanismos para transferir recursos de los países ricos a los pobres para su desarrollo".
Acabáramos. Es decir, que al final todo se reduce a lo mismo de siempre: la igualdad como finalidad y mediante la ley, y no la igualdad de base y ante la ley como propugna el liberalismo; disfrazarse de Robin Hood y erigirse en héroe. Redistribución socialista pura y dura, con todas las consecuencias que ya conocemos. Y lo grotesco es que nos presenta todo eso como si no fuera la agenda que se lleva desempeñando desde hace medio siglo de manera más o menos explícita. Cuando surgen casos de corrupción, abusos empresariales o situaciones de monopolio y oligopolio que restringen la eficiencia económica, la culpa es del capitalismo, nunca de los gobiernos que se corrompen o se dejan comprar por esas empresas. Se considera a las grandes multinacionales como el summun del capitalismo, cuando cualquiera puede entender que cuanto más grande sea una empresa menos interés tendrá en que se cumplan los elementos del capitalismo y más en conchabarse con el poder político.
Ya sabemos que la mayoría de políticos piensan como Brown (de izquierdas y de derechas). Y con todo, lo más terrible es que la mayoría de votantes, también.
Mitologías ("Mythologies"), de Roland Barthes
Hace 6 horas
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