miércoles, 1 de abril de 2009

Sarkozy vuelve a la carga contra el mercado

En la próxima reunión del G-20 tendremos la posibilidad de constatar lo que Hayek ya nos avisó con finísimo sentido del humor en la célebre dedicatoria de su obra "Camino de servidumbre" (de la cual, por cierto, Unión Editorial acaba de lanzar una nueva edición con documentos complementarios que la hacen especialmente interesante). El socialismo —al ser una pulsión mucho más centrada en las vísceras que en el intelecto— no se detiene ante siglas y etiquetas. Es una especie de estado de ánimo, el cúmulo de supersticiones más propicio para que quien tiene el poder lo mantenga y lo amplíe, eso sí, siempre prometiendo que lo hace por el bien de aquellos a quienes mantiene bajo su férula, claro.



Y es que en ese aquelarre de burócratas del que seremos testigos bien pronto, podremos comprobar cómo las proclamas más antiliberales no salen sólo de las bocas de los líderes autodenominados "progresistas" (eufemismo vacuo para no llamarse directamente socialistas en el sentido más rancio del término, es decir, el marxista). No. Veremos a líderes supuestamente "de derechas" (sea lo que sea lo que quiere decir eso hoy en día) montar gran algarada proponiendo y jaleando el liberticidio y el amordazamiento del mercado cuando no su mutilación permanente.



Uno de estos jerifaltes que más ruido mediático se empeña en ocasionar es el Presidente de la República Francesa (o lo que queda de ella), Nicolas Sarkozy, que ha dejado claro que Francia no aceptará que los países que conforman el G-20 celebren "un éxito falso con un lenguaje que suene bien pero que no contenga ningún compromiso". Incluso amenaza con levantarse de la reunión de líderes (¡como si eso pudiera suponer una gran pérdida!).



Para acabar de dejar clara su calaña ideológica acaba diciendo que "el problema del mercado sin reglas no puede esperar".



Pero qué pesados que son. Decir que el mercado no tiene reglas es negar la capacidad de las personas y agentes económicos implicados en los actos de intercambio para poder decidir en base a sus intereses pacíficos. Alguien que dice esto demuestra que su concepción de lo que es una "regla" o norma, es muy restrictiva, pues considera como tales sólo las emanadas de un poder superior que beatíficamente desciende sobre los integrantes del mercado para cubrirlos con sus normativas. Se elimina la autoregulación como opción, demostrando así una completa ignorancia sobre los verdaderos mecanismos del mercado, que emanan fruto de millones de decisiones individuales sin responder a sólo un grupo de ellas (salvo que un desequilibrio en el mercado dé demasiado poder a uno de sus integrantes. Y, ¿qué integrante del mercado desequilibra con su omnímodo poder casi siempre que interviene? ¡Bingo!: el Estado).


Con gente como Sarkozy, está claro lo que podemos esperar del G-20: más mentiras, más culpabilización de la libre disposición de sus bienes por parte de los particulares, más normativas inflexibles, más control liberticida disfrazado de eficaces medidas de seguridad.


Sinceramente, deberían duplicar el número de países llamados a participar en la reunión. Así esta tendría un nombre más próximo a lo que realmente parece: la cueva de Alí-Babá.

2 comentarios:

  1. Las verdades de Perogrullo... ¿y éste se supone que era el liberal que iba a cambiar las cosas en Francia y en Europa?

    Es el hombre efervescente, se ha disuelto rápida y espectacularmente hasta quedar en nada.

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  2. Efectivamente, Sarkozy logró que mucha gente tuviera una imagen de él próxima al liberalismo. Logró así aglutinar a muchos descontentos con Chirac y el estatismo tan típicamente francés (de izquierdas y de derechas). Ahora ha quedado demostrado que aquel sesgo antiestatista no era más que una pose para atraer a los cansados de la burocracia ineficaz. Una vez en el Elíseo, sus modos y maneras son de un intervencionismo permanente.

    Su discurso acerca de la responsabilidad individual es cierto que chocaba con los postulados socialistas donde se vende que el Estado solucionará todos los problemas del individuo (obliterando la letra pequeña que consiste en que "sólo" hay que renunciar a gran parte de la libertad individual). Pero ahora "le petit Nicolás" nos vende lo mismo: el Estado nos salvará de ese monstruo llamado mercado, confiemos en sus representantes (es decir, en gente como él).

    Pues no, gracias, prefiero equivocarme libremente.

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