miércoles, 11 de noviembre de 2009

La extraña propensión al ridículo de Rodríguez Zapatero

Lo ha vuelto a hacer. Y de nuevo, en uno de los peores escenarios posibles. La sensación de vergüenza ajena que nos causa sólo hubiera sido mayor si lo hubiera hecho ante la Puerta de Brandenburgo en la reciente celebración de los 20 años de la Mauerfall, la caída del Muro de Berlín, trasunto del Telón de Acero.

Esta vez lo ha hecho en Polonia. En un país que ha sufrido las dos ideologías colectivistas más devastadoras del siglo pasado, el nazismo y el comunismo, Zapatero ha comparado la caída del Muro de Berlín, con la muerte de Franco. Prefiero no imaginar la cara que se les quedaría a los polacos cuando escucharon la traducción de las palabras del Presidente español (que sigue sin hablar inglés y no hace amago de aprenderlo).

No es la primera vez que Zapatero se descuelga con una comparación estúpida. Será difícil que logre igualar la infamia y bajeza que entrañaba aquella comparación en la que comparaba su posición como nieto de un militar caído en un conflicto bélico (por mucho que éste sea la Guerra Civil) con la posición de una madre que ve cómo le revientan las piernas a su hija en un atentado terrorista. Se lo dijo a la madre de Irene Villa en una visita de la AVT a Moncloa, en el 2006, en pleno acoso del Gobierno a las víctimas díscolas y en plena negociación con los asesinos. No sólo comparaba un atentado a una guerra, sino la posición de un civil a la de un militar y la de la España de 1936 a la de los años 90. Pero peor aún, hablaba de un abuelo que murió ¡24 años antes de que naciera Zapatero! Imposible que tuviera ningún nexo afectivo de carácter personal con alguien que dejó el mundo un cuarto de siglo antes de que él naciera... y comparaba ese nexo emocional con el que una madre tiene con su hija. Supongo que por muy ladino que pueda ser, hasta el propio Zapatero se habrá arrepentido de esa comparación.

Lamentablemente para los españoles, comparar cómo esperamos a la muerte del dictador con cómo los polacos, los bálticos, los rumanos, los húngaros, los alemanes del este, etc, se movilizaron y echaron abajo el muro, es llamar cobardes a todos esos pueblos que saben de verdad (no como aquí) lo que es un sistema de planificación estatal sin freno, el socialismo real, el Partido Único, el comunismo sin ambages. Que no, Zapatero, que no. Que precisamente en Polonia, fruto del faro espiritual de Karol Wojtyla y con el sindicato "Solidaridad" como ariete, los ciudadanos se la jugaron de verdad, no como los dóciles españoles esperando apaciblemente a que se nos muriera nuestro "padrecito" particular.




Tampoco es buena la comparación, Zapatero, porque el nivel de intromisión estatal en la vida del individuo era mucho mayor en el socialismo, sin que eso suponga ningún buen juicio sobre la dictadura franquista. Pero en España, y más a partir de 1960 (año de nacimiento de Zapatero), los españoles podían escoger, por ejemplo, el lugar de residencia, diversos medios de comunicación en prensa escrita (con una censura que ya no era la de décadas anteriores), actividad profesional y estudios (si lograban pasar los exámenes pertinentes), podían emigrar y viajar fuera del país con una libertad (o comodidad, por si la palabra "libertad" parece impropia) incomparable a la que en los países socialistas sólo gozaban los prebostes del Partido Único. También España recibía unos flujos de turistas cuyas incursiones en el país se hacían en un régimen de libertades infinitamente superior al de cualquier turista despistado que se aventurara a viajar por el bloque comunista. En definitiva, que nos avergüenza tu comparación, porque parece fruto del afán de protagonismo pueril que te caracteriza.

Es como si el Presidente español estuviera resentido por no estar invitado a las celebraciones de la caída del Muro (los alemanes son gente seria, procuran hacer las cosas bien). Como no ha podido estar con la Merkel, la Clinton, Gorbatschov, Medvedev, Sarkozy (¿qué carajo pintaba Sarkozy?) y el resto, pues él ha tenido que decir que bueno, que nosotros ya tuvimos "nuestra caída del muro". Pero hombre... ¿a qué vienen esas ganas de dejar a España en ridículo? Haz tú el ridículo si quieres (además, dudo que pudieras evitarlo) pero deja al país aparte.

Zapatero no es un gran orador (aunque él cree que sí) y su afán de protagonismo le lleva a querer dejar grandes frases, como si fuera un Churchill patrio, aunque él en todo caso se parecería más a Chamberlain (sobre todo por la política de apaciguamiento, ya me entienden ustedes). Su querencia por regalar grandes titulares, lo que él cree que son memorables perlas dialécticas repletas de valores y simbolismo, le llevan a estos lamentables excesos verbales más achachables a una pretensión infantil por querer destacar que a una torpeza congénita inevitable.

Sin duda es algo que les pasa a muchos políticos, y prácticamente a todos los que llegan a dirigir naciones. Pero incluso los menos ocurrentes saben rodearse de profesionales que les escriben los discursos y les regalan inspiración y una dialéctica aseada a los políticos profesionales (es decir, amateurs en cualquier cosa de provecho). Para Zapatero, la tentación de soltar alguna frase grandilocuente en plena celebración del vigésimo aniversario de la caída del Muro, era sencillamente demasiado fuerte. No pudo evitarlo. En ese día, en cualquier sitio donde le hubieran puesto algún micrófono delante, hubiera dicho algo similar. Fue en Polonia. Ya es mala suerte. Quien escuche la rueda de prensa puede comprobar que la comparación de Zapatero no viene a cuento, es completamente extemporánea, innecesaria, una digresión en los temas que se trataban.

En definitiva, una persona embebida de sí misma y carente de la importancia y repercusión que cree tener. Aún no se ha dado cuenta de que fuera de España se le considera irrelevante. Y lo que es peor, no se ha dado cuenta de que esa irrelevancia es la mejor consideración que de él pueden tener.

2 comentarios:

  1. Su propensión al ridículo, al descarado ridículo parte, a mi entender, de la interacció de dos factores: en primer lugar su profunda ignorancia histórica; en segundo lugar, su menosprecio hacia la inteligencia de sus conciudadanos.

    Ese es el problema, para mí, de nuestro Presidente.

    La entrada, por cierto, genial; muy bien documentada.

    UN cordial saludo.

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  2. Saludos, Rogelio. Sin duda, de historia especialmente, Zapatero anda bien cortito. Y lo que es peor, intenta arreglarlo echándole imaginación y rellenando sus lagunas con los mitos izquierdistas más groseros. Una desgracia para el país.

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